La trama del fraude electoral en contra de Trump se desvanece cada vez más. La campaña por convencer al mundo de que perdió por trampa sufrió este martes un duro revés de quien se hubiera creído que le iba a ayudar en esa causa.
El Departamento de Justicia concluyó que no hay pruebas determinantes que comprueben un fraude en los comicios presidenciales del pasado 3 de noviembre.
William Barr, jefe del Departamento de Justicia de los EE.UU., declaró a la agencia AP que “Hasta la fecha, no hemos visto fraude a una escala que hubiese podido afectar y dar lugar a un resultado diferente en la elección”.
Para ser más explícito, Barr agregó que “Se ha afirmado que podría haber fraude sistémico y que algunas máquinas estaban programadas para, básicamente, distorsionar los resultados electorales. El Departamento de Seguridad Interior y el Departamento de Justicia lo han mirado y, hasta la fecha, no han visto nada que sustancie eso”.
Amigos que no ayudan
Este pronunciamiento es un torpedo contra el relato trumpista de que hubo trampa; y lo más dramático es que su teoría hace aguas por causa de personas a las que confió la misión de comprobarlo, como fue el caso reciente del Director de Seguridad Cibernética, quien afirmó que las últimas elecciones fueron las más seguras en la historia del país.
Por esta declaración, Trump despidió al funcionario por Twitter, al reprocharle que hizo unas “declaraciones equivocadas”.
Los abogados del todavía presidente estadounidense, en su afán de cumplir la misión cada vez más difícil de comprobar el fraude, han llegado al extremo patético de deslizar la teoría del hackeo desde Venezuela con un sistema operativo supervisado por el comandante Hugo Chávez, quien falleció en 2013.
El bunker de Trump ha tropezado en cada apelación en los tribunales para impugnar los resultados en varios estados donde perdió, con lo que se teje una seguidilla de derrotas que todavía no terminan de dar por vencido al mandatario, quien sigue firme en la idea de que le robaron las elecciones.