El coronavirus afecta a todo el género humano, pero en las actuales condiciones hay vastos sectores de la población en pobreza extrema, y los pobres son mucho más vulnerables.
Describiendo el contexto en el que se da, el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, resalta que es un mundo en el que 3.500 millones de personas viven en condiciones miserables y sin acceso a servicios esenciales de salud. Por otra parte, el mundo es cada año más desigual.
Según el Informe Social Mundial (ONU), en 2019 las desigualdades crecieron en países que representan el 71% de la población mundial. Los 2.155 más ricos tenían el año pasado más que 4.600 millones de personas. Expresando el descontento social al respecto en una encuesta Gallup: a 65.000 interrogados en 60 países, 69% dijo que las diferencias entre ricos y pobres en sus países “no eran juego limpio”.
Los altos niveles de desigualdad y pobreza llevan a que los pobres tengan mayores posibilidades de contraer la enfermedad en sus modalidades más agudas. Entre otros, su situación particular presenta los problemas que se sintetizan a continuación:
- Según la OMS, quienes tienen condiciones de vulnerabilidad están más expuestos. La pobreza lleva a tasas más altas de obesidad, repletas de grasas, azúcares y sal. Ella genera diabetes (como sucede en México, por ejemplo, con más de 80.000 muertes anuales por diabetes), enfermedades cardiovasculares, osteoartritis, y cánceres. En América Latina la actual dieta de fast food plenos en grasas ultrasaturadas, y el consumo en gran escala de bebidas gaseosas azucaradas, han llevado a que el 58% de la población sea obesa o tenga sobrepeso. Otra fuente importante de condiciones de enfermedad de los pobres, es el cigarrillo. Los porcentajes más altos de tabaquismo que debilita los pulmones, y lleva a todo orden de cánceres y otras enfermedades se hallan entre ellos. También la polución, que causa más del 20% de las muertes mundiales, está sobre representada en los más pobres, que suelen vivir y trabajar en ambientes más polutos.
- Según los estudios del Centro Chino para Control y Prevención de enfermedades, los que tienen condiciones de enfermedad crónica, presentan una probabilidad de mortalidad por coronavirus, 10 veces mayor que los demás.
- Corroborando lo anterior, las investigaciones sobre epidemias de influenza, han mostrado que la pobreza y la desigualdad exacerban las tasas de transmisión, y mortalidad.
- Las desigualdades restan a los pobres posibilidad de contar con lo más elemental, el derecho a días de licencia paga por enfermedad. En USA según el diario New York Times, entre los que trabajan en el 25% con más altos ingresos, el 90% tienen licencias remuneradas por temas de salud. Eso sucede con el 47% de los que trabajan en el 25% de ingresos inferiores. Las desigualdades también influyen en la atención de la salud por las familias. Según una encuesta Gallup, 26% de los americanos difirieron la consulta médica porque no podían afrontarla. 1 de cada 4 en la familia no hizo un test recomendado por el médico, y 1 en cada 6 no compró los medicamentos que le dieron por falta de recursos.
- La OMS ha dictado guías muy prácticas y útiles para prevenir la enfermedad. Pero son difíciles de cumplir para los pobres. Se necesitan políticas públicas muy activas que las posibiliten.
- La primera recomendación frente al virus es lavarse las manos con periodicidad con un jabón apropiado. Pero resulta que 40% de la población mundial no tiene un lavabo con agua potable y jabón en su casa. Latinoamérica es un ejemplo típico. Tiene 31% de las aguas limpias del planeta, pero es muy desigual en todo, incluso el acceso a agua potable. El Tribunal internacional del agua estima que hay en la región 77 millones de personas sin acceso a ella. En países como Perú, con buenas tasas de crecimiento, sin embargo 8 millones de personas no tienen agua potable. Deben comprarla. En las colinas desérticas limeñas cuesta 3 a 10 veces más que en las zonas bajas de Lima.
- Se recomienda la mayor limpieza, e instalaciones sanitarias adecuadas. En la región hay 100 millones de personas sin saneamiento seguro, y 258 millones que evacúan sus desechos a través de letrinas y fosas sépticas. Todo ellos es fuente de enfermedad, y vulnerabilidad.
- Se recomienda que los niños estén bien alimentados como un requisito básico de salud. Al cerrar masivamente las escuelas, política imprescindible para evitar el contagio, surge el desafío de cómo comerán los niños pobres de las escuelas públicas, que recibían en la mayoría de ellas buena parte de su alimentación.
- Hay en América Latina 100 millones de personas que viven en viviendas precarias, en condiciones de hacinamiento. ¿Cómo pueden aplicar las recomendaciones de que haya distancia física entre las personas para bajar las probabilidades de contagio?
- El acceso a atención médica en América Latina y otras regiones es limitado. Mueren en el mundo 10 mil personas por día por falta de acceso a servicios de salud. Los países ricos tienen 2 a 10 camas de hospital por cada mil habitantes, los países pobres una cada 10 mil. Los pobres tienen graves dificultades para tener un diagnóstico del virus, y ser atendidos.
- El ascenso de la pauperización en América Latina en los últimos años multiplica los casos de pobreza vulnerable en todos los aspectos mencionados y otros. Según la CEPAL, la pobreza aumentó en 27 millones de personas en los últimos cinco años entre 2014 y 2019, y es ahora 31% de la población. En el 2019, hubo más de 6 millones de pobres nuevos. La pobreza extrema creció significativamente y es el 11,5% de la población.
Se requiere en la región como en todo el orbe, tener en cuenta especialmente en la lucha contra el virus, las realidades de los pobres. Prestarles poca atención es antiético, pero además facilitará la propagación del contagio en la sociedad. Entre otros ejemplos, estudios en EE.UU. muestran que los Estados que han implantado la obligatoriedad de la licencia paga por enfermedad, han reducido el impacto de las epidemias de influenza en 40% respecto a los que no lo han hecho.
Se impone poner en marcha enérgicas políticas públicas afirmativas de protección de los desfavorecidos. Asimismo, en concertación con ellas iniciativas en gran escala de la responsabilidad social empresarial y de la sociedad civil. Maximizar la solidaridad debe ser una de las consignas principales de estos tiempos difíciles.