Un nuevo nivel de descaro imperial
En los últimos años y bajo la mirada cómplice y auspiciosa de los gobiernos de turno en Colombia, han sido asesinados cientos de líderes sociales, a lo largo y ancho de todo el país. El portal “elcolombiano.com” publicó en 2019: “Antioquia es el segundo departamento con más asesinatos de líderes y lideresas sociales, en lo que va del 2019, según el reciente informe de ‘Violaciones a los Derechos Humanos en tiempos de Paz’ del Instituto de estudios para el desarrollo y la paz, Indepaz. Hasta la primera semana de septiembre (domingo 8), en el país han sido asesinados 155 líderes: 20 de ellos en suelo antioqueño. Cauca es el departamento con más casos, con un total de 35 y Nariño es el tercero con 17 asesinatos”.
El informe precisa que desde el 2016, se presentaron homicidios contra líderes y defensores de Derechos Humanos en 29 de los 32 departamentos del país. Es decir que en el 90.62 % del territorio nacional, se ha atentado contra su vida. En 2019, hay casos registrados en 89 municipios de 23 departamentos.
Tarazá es, por el momento, el municipio de Antioquia en el que han asesinado a más líderes con tres casos, le siguen Caucacia, Ituango, Remedios y Santa Fe de Antioquia con dos casos cada uno. Si se tiene en cuenta el tipo de conflictos, IndePaz informa que la mayoría de casos están relacionados con cultivos de coca y pactos de sustitución o erradicación forzada con 72 casos: dos en 2016, 20 en 2017, 44 durante 2018 y 6 tan solo en los primeros seis meses de 2019.
¿Quién puede estar interesado en exterminar a dirigentes y líderes sociales? Precisamente aquellos para quienes el poder es un feudo privado y en donde no están dispuestos a deja entrar nuevos invitados. El fenómeno del paramilitarismo colombiano, concebido directamente por la ultraderecha política, de la cual Álvaro Uribe quizá sea su más explícito exponente, ha podido llegar a extremos irracionales de impunidad, justamente a causa de la complicidad y protección del gobierno, para quienes, la clase obrera y campesina, son poco menos que cifras. Incomodas cifras que deben ser disminuidas como sea.
Colombia se presta hoy como escenario alquilado (desde hace décadas) por el imperio del norte. Los gobiernos colombianos no han sido, como suele hacerse creer, socios de los EE.UU. Son empleados y esclavos. Como todo esclavo, tienen un amo y señor cuyos deseos deben ser satisfechos sin derecho a réplica ni oposición de ninguna índole. Solo así puede entenderse como militares norteamericanos destacados en las bases militares estadounidenses han podido violar a centenares de jovencitas, niñas incluso, en medio del mutismo más increíble por parte de quienes deberían defender sus derechos y asegurar la debida aplicación de justicia. Desde tierra neogranadina se han planeado actos terroristas gravísimos.
Vale citar entre los más significativos, el atentado contra la vida de Nicolás Maduro y el alto gobierno venezolano o la demencial pretensión de penetrar a la fuerza la frontera de Venezuela con la risible excusa de ingresar la ayuda humanitaria. Y hay más. Los grupos paramilitares como “Los Rastrojos” responsables del asesinato sistemática de miles de personas, gerentes oficiales del tráfico de drogas en un amplio sector de la frontera norte; son, como ha sido demostrado hasta la saciedad, colaboradores directos del gobierno de Duque. Íntimos colaboradores… de hecho, fueron el comité oficial de recibimiento que trasladó a Guaidó desde la frontera hasta el Helicóptero Presidencial.
El comando sur llevará a cabo ejercicios militares entre el 23 y el 29 de enero de este año. Han usado como argumento la necesidad de crear interoperatibilidad con las fuerzas militares colombianas. Absurdo argumento si se toma en cuenta la intimidad entre ambas fuerzas. La cumbre contra el terrorismo ha sido pensada para caracterizar a Nicolás Maduro como terrorista y (ahora como nuevo calificativo) al gobierno Bolivariano como “forajido”.
La agenda mediática, olvidará por supuesto la sangre que ha derramado el imperio gringo, del polo norte al polo sur. La maquinaria 2.0 está en homogéneo trance repitiendo hasta convulsionar que el presidente venezolano es un genocida. Los gobiernos de la región arrodillados ante la bota imperial, se aprestan a replicar como duendes tarifados todo lo que imponga el amo.
La cumbre inicia en los próximos días y aunque es temprano para profundizar sobre los aspectos de forma, son predecibles (sin duda), los aspectos de fondo. La Casa Blanca ha gastado más de 25.000 millones de dólares en el “Plan Colombia” y van a dar a cada centavo, el uso de rigor. Comienzan a radicalizarse las posturas y a calentarse los teatros. Esta escena es tan sólo la primera.