La principal economía del mundo refleja un conjunto de problemas estructurales, en cuanto a su funcionamiento económico interno y externo. Entre los aspectos que preocupan está la incontrolable deuda del Gobierno central. Según el Departamento del Tesoro, el endeudamiento del Gobierno de EE.UU. para 2019 registró 110% del Producto Interno Bruto (PIB).
Por otro lado, el saldo en cuenta corriente, que expresa la relación entre las importaciones y las exportaciones desde la economía de los EEUU con respecto al resto del mundo, refleja un déficit comercial consecutivo, durante los últimos 19 años (2.000 – 2.019), situación que se traduce en una pérdida de competitividad dado que su producción interna es cada vez menos asimilable para el resto del mundo y que, a todas estas, luce bastante complicado revertir tal comportamiento, dado que la gran mayoría de los procesos productivos en EE.UU. han sido desmontados y reubicados en la economía China, en aras de optimizar el beneficio del capital mediante el consumo de fuerza de trabajo china a muy bajo precio.
En las últimas dos décadas, la economía estadounidense ha venido apalancando su crecimiento económico a través de la política de guerra y el sector financiero. Dos fuerzas que al interrelacionarse potencian la actividad económica y política proyectando un clima optimista para los agentes económicos. Sin embargo, se ha visto que las guerras no son eternas y los beneficios de la actividad financiera se desvanecen en la medida en que se agota el frenesí bursátil, tal como se pudo constatar con la crisis financiera de 2007.
Sin menospreciar la capacidad que tenga el Gobierno de EE.UU. en superar la problemática descrita, las contradicciones inherentes a su modelo económico y político permiten vislumbrar un cambio en el orden económico mundial hacia uno nuevo encabezado por las economías emergentes BRICS. De modo que, estamos en medio de una fase de transición donde la economía del país del norte progresivamente pierde preponderancia ante un ascenso vertiginoso y sostenido de la economía China, seguida de la India.
Estos cambios, requieren un proceso de maduración y, sobre todo, de tiempo histórico, hasta que las condiciones objetivas y subjetivas den paso a esa nueva fase. Mientras tanto, la opinión pública observa con preocupación los recientes episodios de racismo y violación de los derechos humanos por parte de los organismos de seguridad a la comunidad afrodescendiente radicada en EE.UU. que generan un clima de tensión, que aviva fuertes contradicciones a lo interno del país y sus poderes fácticos situación ésta que podría fungir como el catalizador que precipite los cambios.
Econ. Elio Córdova Z.
@ecz21
