Coronavirus: una pandemia que nos ha cambiado para siempre

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La ciencia avanza a toda máquina, en diversos países, para dar con la vacuna que permita poner un freno definitivo al coronavirus. Sin embargo, lamentablemente, no se tiene la certeza de cuándo ocurrirá el esperado hallazgo, ni tampoco cuándo estará disponible para toda la humanidad. Esta pandemia nos ha cambiado para siempre.

Mientras aparece la fórmula para inmunizarnos, lo único concreto, la única verdad a la cual asirse son las acciones de prevención que podemos ejecutar desde nuestras casas y familias. Sí, aunque pueda ser obvio, como se expresó de forma genial en un video infantil elaborado en el Zulia: la mejor vacuna sois vos, es decir nosotros mismos tenemos la solución al alcance de la mano.

Pero esto implica una serie de cambios importantes desde el punto de vista sociocultural. Ello resulta fundamental para optimizar la eficacia de las medidas adoptadas por las autoridades. Esto es especialmente cierto en Venezuela, dado que nuestra manera de ser, en muchos casos está reñida con la medidas preventivas que exige la pandemia.

Cuanto antes internalicemos los cambios mejor. Especialmente porque lo peor aún no ha pasado. Al contrario se espera que a escala mundial se recrudezcan los contagios. También es probable que incremente el número de fallecidos.

Desde mediados de mayo, hasta lo que va de julio, es decir en apenas un mes, se han registrado 10 millones de nuevos contagios. Esto ilustra claramente la masiva capacidad de expandirse de un virus potencialmente letal. La cifra total de infectados ya ronda los 15 millones. Y al paso que van las cosas probablemente esta misma semana se supere ese número. Los fallecidos a escala global ya están en 613.879 personas.

Adaptar y modificar

Por esa razón, es un asunto vital que podamos, en primer lugar, cobrar conciencia y acto seguido empezar a modificar ciertos patrones para poder sobrevivir a la pandemia. Es lo que se conoce en psicología como la resiliencia, que no es otra cosa que la capacidad de adaptarse a las adversidades y hacer todo lo necesario para sobrevivir.

Por su idiosincrasia, el nuestro es un pueblo alegre, amigable, cariñoso y lo expresa con sinceridad en las ocasiones más especiales, pero también en la cotidianeidad. Esta bella característica momentáneamente debe ser modificada. Se impone el distanciamiento físico y por ende, el social; por difícil que pueda resultar. Los besos, abrazos, el apretón de manos, tienen que esperar. Incluso con las personas más queridas, pero que no conviven con nosotros.

Es esta una pauta social si se quiere odiosa, pero por ahora, no hay de otra. Es parte fundamental de lo que tenemos a mano para protegernos y, lo más importante, para cuidar a los nuestros (hijos, abuelos, hermanos, padres y demás familiares y amigos).

Hay que asumir este cambio sociocultural aunque no resulte grato para nadie. Es imperativo. Ya que al mantener la distancia física y social, minimizamos el riesgo de que las gotículas de saliva que se expiden al hablar, toser o estornudar, puedan penetrar en nuestro organismo a través de la nariz, ojos y/o boca. Igualmente, en el supuesto negado que tengamos el virus con esta práctica evitamos que otras personas se pongan en riesgo.

Cero fiestas, por ahora

La siguiente pauta guarda estrecha relación con la anterior y también implica una reprogramación de nuestros patrones más queridos. Las celebraciones están temporalmente suspendidas. Nuestra vocación de pueblo alegre, que considera cualquier ocasión ideal para una reunión, no tiene cabida en tiempos de pandemia.

Cumpleaños, graduaciones académicas, matrimonios, nacimientos y cualquier otro motivo especial deben esperar. Hay que, como se dice en el argot tecnológico, ponerlas en “stand by. Más adelante habrá ocasión de compensar a los homenajeados. Probablemente, cuando todo esto pase el mayor regalo sea estar vivos y sanos.

De hecho, la realización de festejos y celebraciones se cuenta entre las principales causas del rebrote detectado en el Distrito Capital en las últimas semanas. Por ende, es fundamental que comprendamos la gravedad de la situación y procedamos a conciencia.

Hablar con los jóvenes

Hay que hacer énfasis entre la juventud para que extremen las medidas de seguridad durante la pandemia. Las personas de menor edad tienden a creerse invulnerables. Pero en el país más de 60% de los casos se han presentado en personas de entre 0 y 50 años. Es urgente que la familia logre establecer mecanismos de contacto con la juventud, para que se comprenda que las reuniones y bonches quedan temporalmente suspendidos. Por un período que puede ser relativamente prolongado.

La mejor opción que tenemos para suplir esta limitación, son las vídeo llamadas, las vídeo conferencias, así como el intercambio telefónico y por redes sociales.

La tercera medida que debemos convertir en un hábito es el uso de la mascarilla. Pero hay que hacerlo adecuadamente. El presidente, Nicolás Maduro, ha realizado reiterativos llamados explicando que el tapaboca debe colocarse correctamente.

Ciertamente se trata de un utensilio incómodo, al que no estábamos acostumbrados. Es molesto, dificulta la respiración, empaña los anteojos y a algunas personas hasta les provoca mareos. Pero la protección que brinda el tapabocas es fundamental. Diversos estudios han comprobado que sumado al distanciamiento físico y social, reduce drásticamente las posibilidades de contagio.

Agua y jabón

Asimismo, si se trata de un barbijo o nasobuco, (así le dicen en Bolivia y Cuba respectivamente), de tela debe lavarse diariamente con agua y jabón. Reutilizarlos con frecuencia sin las debidas normas de higiene puede traer consecuencias negativas.

Las otras dos herramientas esenciales contra la pandemia, y cuya tecnología se remonta a tiempos antiguos, como sabiamente indica el comunicólogo, Ignacio Ramonet, son el jabón y la cuarentena.

Como apunta el experto a pesar de todos los avances tecnológicos alcanzados por la humanidad, estas viejas técnicas siguen siendo lo más eficaz contra el virus. “El jabón, descubierto por los romanos antes de nuestra era; la máquina de coser, inventada por Thomas Saint en Londres hacia 1790; y, sobre todo, la ciencia del confinamiento y del aislamiento social, afinada en Europa contra decenas de oleadas de pestes sucesivas desde el siglo V… Qué lección de humildad!”, expresa Ramonet.

Y, ciertamente, lavarnos las manos con frecuencia y correctamente, mientras estamos en la casa y cuando llegamos de la calle, permite elevados niveles de protección. Pero todo se completa con el cumplimiento cabal de la cuarentena.

Evita salir de casa

A decir verdad la mejor manera de no exponerse es evitando al máximo salir. Es obvio que no se trata de algo sencillo. La mayoría de las personas requiere por su salud mental cambiar el espacio donde se encuentran. Pero las circunstancias exigen un cambio en los patrones de comportamiento.

Los psicólogos y expertos han señalado que resulta de gran ayuda tener el día estructurado en base a metas sencillas y realizables. Igualmente, es vital no descuidar nuestro aspecto físico. Además, llamar permanentemente a familiares y amigos, a los que nos podemos visitar, para saber de ellos, tiene un efecto catártico.

Existe otro cambio que resulta fundamental y que debe ser internalizado. Un Organismo con un sistema inmunológico fortalecido está en mejores condiciones para evitar el contagio o superar la enfermedad en caso de contraerla.

Esto se logra con una rutina diaria de ejercicios de al menos 20 minutos, un tiempo adecuado de descanso y una alimentación balanceada. Es increíble, todo lo que se puede hacer en un espacio pequeño, en Youtube hay cientos de rutinas cortas, que pueden ser de gran ayuda. Nadie sabe con certeza cuánto tiempo más durará la pandemia. Pero lo que sí es seguro es que la etapa de nueva normalidad controlada será una constante en nuestras vidas. Adaptémonos, sobrevivamos y salgamos adelante.

 


 

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