¿La Conferencia Episcopal Venezolana busca la guerra en nombre de Dios?
La Revolución Bolivariana abrió en Venezuela un campo de debate que es admirado en distintas partes del mundo. Los niveles de participación política se manifiestan en todos los sectores de la sociedad.
Niños, niñas, jóvenes, adultos y adultas mayores, profesionales, campesinos y campesinas, empresarios, entre otros; acostumbran de manera permanente a involucrarse en la realidad nacional de diversas formas.
Quienes ostentaban el poder de la palabra en Venezuela antes de la Revolución, rechazan que las voces del pueblo en su conjunto hayan aflorado.
Esto a pesar de los siglos de represión impuesta desde la llegada de la invasión española a América del Sur; con la que se iniciaron procesos de colonización del territorio y del conocimiento.
Ante las coyunturas políticas que se presentan en el país, pretenden retomar una autoridad “sagrada”.
De esta manera, emiten declaraciones que buscan traer la voz de la verdad a partir de la dominación de la espiritualidad del pueblo, convertida en religión.
Se trata de las élites de la iglesia católica. En el caso de Venezuela, no han dejado de intervenir en política; a pesar de los votos sagrados bajo los cuales se manifiestan como representantes de Dios en la tierra.
Sin embargo, sobre ese manto de autoridad se unen a poderes internacionales que tienen como objetivo apropiarse del territorio nacional; a través de la violencia y de una matriz de opinión que busca posicionar al Estado venezolano como un “Estado fallido” y justificar la intervención de fuerzas extranjeras.
Cronología
En el año 1999, frente la tragedia de Vargas que coincidió en fecha con las elecciones de la nueva Constitución nacional, la jerarquía de la iglesia católica representada entonces por el cardenal Ignacio Velazco manifestó lo siguiente:
«Hay pecados nuestros que acarrean la ira de Dios. Así ocurre con nuestras contiendas políticas y administrativas, en las que no tratamos con nobleza ni con respeto al otro. Es el caso de ‘este señor’ que improvisa y dice cosas con soberbia. Vamos a pedirle a Dios que perdone sus pecados. Es grave el pecado de soberbia y es la naturaleza misma la que se encarga de recordarnos que no tenemos todo el poder ni todas las capacidades».
De esta manera afirmaban que la tragedia era un castigo divino.
3 años después, durante el golpe de Estado del año 2002, la jerarquía de la iglesia católica nuevamente hace gala de su talante y aparece encabezada otra vez por el cardenal Ignacio Velazco, firmando el decreto de Pedro Carmona Estanga que acababa con todos los poderes políticos del Estado venezolano; y sonriendo junto al sacerdote Mikel de Viana quien decía con orgullo “todo el mundo sabe que soy adeco”.
Más adelante, en el año 2010 cuando las lluvias provocaron más de 100 mil damnificados y damnificadas a nivel nacional, el presidente Chávez llamaba a abrir espacios públicos y privados para la atención de la población.
A este llamado, el cardenal Urosa Sabino, en nombre de la Conferencia Episcopal Venezolana declaró que: “La iglesia y todos los espacios que la componen son centros abiertos para la atención al público en el culto religioso y a menos que se esté presentando una emergencia muy grave y que no existan otros lugares que funjan como albergues, éstos no deben utilizarse para resguardar las personas que estén damnificadas”.
Sin embargo, la sede de la Nunciatura Apostólica permitió por mucho tiempo el resguardo del prófugo Nixon Moreno; líder del Movimiento 13, acusado por intento de violación a una policía en el estado Mérida durante protestas violentas promovidas por la derecha.
La Conferencia Episcopal Venezolana frente a las parlamentarias
Una vez más, frente a una coyuntura política compleja para la sociedad venezolana, la alta jerarquía de la iglesia católica se suma a los poderes fácticos para hacer un llamado a desconocer el proceso electoral de diciembre:
“…no basta la simple abstención para poner en evidencia la ilegitimidad del proceso y alcanzar el cambio político tan deseado. Por tal motivo, las diversas organizaciones civiles, las universidades, los gremios, las academias, los empresarios y los trabajadores, las comunidades de los pueblos originarios y los jóvenes deben hacer esfuerzos en conjunto para restablecer los derechos democráticos de la nación…”.
A través de un comunicado repiten de manera incesante el discurso promulgado por el gobierno de EE.UU., sus operadores políticos en Venezuela, la Unión Europea y el Grupo de Lima.
Además, ensalzan el nefasto informe de “derechos humanos” presentado por Michelle Bachelet contra Venezuela que busca justificar una intervención de fuerzas internacionales en el país.
A esta altura, el pueblo venezolano conoce a qué intereses juegan estas declaraciones. Los tiempos de la dominación y del rebaño se agotaron en Venezuela. Siguen tropezando quienes subestiman la cultura política creada en Venezuela con la práctica de la democracia participativa y protagónica como principio de la Revolución Bolivariana.