Este jueves terminó la Convención nacional de los republicanos en EE.UU. con el discurso de Donald Trump ya como abanderado oficial de su partido.
Lo novedoso de esta ceremonia de clausura fue el lugar: se hizo en La Casa Blanca a pesar de la prohibición legal de usar edificios públicos para proselitismo electoral.
Este hecho inédito es uno más en la carrera política de Trump; que revela sin decir una palabra, hasta dónde es capaz de romper las reglas para conseguir su propósito de repetir “4 años más” como coreaban sus seguidores en la sede presidencial.
Ignorar la pandemia
A pesar de los más de 6 millones de contagios de coronavirus; en el discurso de 71 minutos del mandatario no hubo una sola palabra para este problema, que ha matado a más de 180 mil estadounidenses.
Además de la omisión de Trump, también la puesta en escena revelaba la negación de la realidad. Los presentes, unos 1.500, estaban sentados hombro a hombro, sin distancia física mínima, como si la pandemia fuera ya una prueba superada.
Otro gran ausente en la ceremonia fueron las mascarillas, las que si bien se repartieron a la entrada a La Casa Blanca, casi nadie la usó.
Para la clausura partidista, asistió toda la familia de Trump; la cual dio la extraña impresión de parecer una estirpe de monarcas en vez de unos ocupantes transitorios de un régimen republicano.
Como en todos los actos oficiales de la presidencia, la proclamación de Trump estuvo decorada con la parafernalia patriótica de banderas y apología al candidato; como si se tratara de una adaptación norteamericana de la exaltación incuestionable al líder y de una atípica “democracia personalista” Made in USA.
Macartismo del siglo XXI
Pero además de alabarse a sí mismo, Trump cargó en contra de su rival Joe Biden con un argumento tan anticuado pero efectivo entre los conservadores estadounidenses: el de acusar a su adversario de “socialista”.
El inquilino de La Casa Blanca al cierre de la convención de los republicanos dijo que votar a Biden sería dejarle vía libre a los violentos para que se impongan por encima de los norteamericanos de bien que respetan la ley y el orden.
Y como si se tratara de un remake macartista, Trump desempolvó viejos fantasmas anticomunistas para decir que el candidato de los demócratas era en realidad el Caballo de Troya de los extremistas de izquierda para infiltrar el socialismo en La Casa Blanca.