La llegada de la dictadura de Augusto Pinochet a Chile, pretendió acabar con todas las expresiones que tuvieran un pacto con la vida. La idea y la acción fue dirigida a sembrar de muerte al país.
Así se demostró desde el primer día cuando con brutalidad e inclemencia arrastraron al estadio de Chile a quienes salieron en defensa de Salvador Allende.
Víctor Jara fue uno de ellos, quien al enterarse de la noticia, salió hacia la universidad junto a otros compañeros para resistir a la dictadura.
Allí fue arrestado y trasladado al Estadio Nacional, ícono de la infamia impuesta por la dictadura chilena, donde fueron asesinados y sometidos a tortura miles de seres humanos por pensar distinto.
El arma de Víctor Jara era su guitarra. Pero la batalla por las ideas dolía aún más que cualquier fusil. Luego de torturarlo se ensañaron contra sus manos para que más nunca salieran de ellas la música con la que acompañaba al pueblo en sus luchas.
«Lo golpeaba, lo golpeaba. Una y otra vez. En el cuerpo, en la cabeza, descargando con furia las patadas. Casi le estalla un ojo. Nunca olvidaré el ruido de esa bota en las costillas. Víctor sonreía.
Él siempre sonreía, tenía un rostro sonriente, y eso descomponía más al facho (fascista). De repente, el oficial desenfundó la pistola. Pensé que lo iba a matar, pero siguió golpeándolo con el cañón del arma.
Le rompió la cabeza y el rostro de Víctor quedó cubierto por la sangre que bajaba desde su frente», recuerda Boris Navia.
A pesar del intento de sus compañeros de hacerlo pasar desapercibido cortando su cabello, volvieron a encontrarlo.
Uno de sus últimos versos escritos con su cuerpo ya destruido, rezaba: «Canto que mal que sales cuando tengo que cantar espanto. Espanto como el que vivo, espanto como el que muero».
El 15 de septiembre de 1973 sus compañeros reconocen el cuerpo sin vida de Víctor Jara en el Estadio Nacional.
El 16 de septiembre, su cuerpo es encontrado e identificado por su esposa.
Alí Primera lo recuerda en su «Canción para los valientes» dedicada al pueblo de Chile:
«Toma tus manos, toma tus dedos
Te las devuelven la galla
Cántale Víctor, cántale al pueblo
Que se alza la llamarada
Dispará, dispará, chileno dispará
Dispará, dispará, dispará
Por América dispará…»