«Buscando visa para un sueño»: comienza un nuevo periplo de migrantes

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Pedro se detiene extenuado después de haber caminado 12 kilómetros desde esta madrugada. Son casi las dos de la tarde y el sol es inclemente sobre la carretera a las afueras de San Pedro Sula. Tiene sed, pero la última botellita de agua, se la cedió a una mujer que camina empujando un cochecito con dos niños y que marcha a unos cientos de metros detrás de él. Le duele la cabeza, le duele el orgullo y le duele el honor. Sabe que lo que está por delante será un verdadero infierno, pero la posibilidad de alcanzar el objetivo lo hace soñar despierto. De inmediato cobra fuerzas y su mente hedonista le juega una trastada. Empieza a pensar en los zapatos tenis de moda que podrá comprar en los Estados Unidos, en las lindas chicas rubias, en los Mustang’s convertibles, en las palmeras de Ocean Drive y en las deliciosas hamburguesas con que piensa algún día asesinar el hambre que es su verdugo hoy. Entonces, la realidad aparece en su cabeza y lo empuja con más fuerza que los sueños. Allá queda su madre y su noviecita Teresa, allá están sus hermanitos y allá también las bandas de las que huye en realidad. Se limpia el sudor de la frente con el dorso de la mano, asegura bien la mochila y sigue su marcha.

Esta historia es un facsímil con réplicas intermitentes. Una nueva caravana de migrantes hondureños inicia la aventura. Ayer, más de 1.000 personas se reunían en San Pedro Sula, al norte del país centroamericano, para iniciar el día de hoy una travesía incierta y plagada de calamidades que los lleve a territorio norteamericano, de llegar allí, si logran sortear todas las barreras, se encontrarán con un recibimiento hostil y con la posibilidad de ser encarcelados, previo a una segura deportación.

La ausencia de empleo, el hambre, la miseria extrema y la criminalidad desatada por bandas que se enfrentan con frecuencia en duelos mortales, son las plagas de la que huyen los hondureños. Solo así puede entenderse cómo y por qué un ser humano decide someterse a un suplicio semejante. La organización “In Sight Crime” que se dedica a la investigación y análisis del crimen organizado, asegura que las dos más grandes pandillas de Honduras, la MS13 y Barrio 18, están evolucionando y de cómo sus actuales modus operandi dan como resultado sorprendentes niveles de violencia y extorsión. Sobra decir que un escenario tan draconiano solo puede tener lugar en medio de una sociedad abrumada por el abandono gubernamental, en un país azotado desde hace décadas por la corrupción y el asedio de un imperio colosal, que paradójicamente, criminaliza a aquellos a los que ha empujado hacia el abismo de emigrar.

El informe denominado “Caracterización del Desplazamiento Interno por Violencia en Honduras”, desarrollado por la Secretaría de Derechos Humanos y la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), revela que “Las Maras” (grupos o pandillas juveniles  que tienen como base principal la reproducción violencia, delitos, crimen organizado, extorsiones entre otros) forzaron el desplazamiento de 247.090 personas en el país entre el 2004 y 2018.

Mientras tanto, las políticas migratorias de los EE.UU. para Centroamérica no se han flexibilizado, a pesar de los petitorios que en este sentido han lanzado numerosas organizaciones de Derechos Humanos (DD.HH.). La conferencia episcopal hondureña exigió el año pasado a Washington, con tono áspero, que se revisara urgentemente sus protocolos fronterizos, en vista del maltrato sostenido e in crescendo que viven los migrantes en esa frontera y aun dentro del gigante del norte mismo. Pero fiel a su costumbre de no escuchar a nadie más que a sus propios intereses, Donald Trump recrudece sus políticas y con cada vez mayor ligereza deja salir comentarios cargados de un odioso racismo supremacista. Y no solo contra las comunidades hispanas.  El Actor George Clooney, por ejemplo,  criticó a Trump con vehemencia luego de que este lanzara comentarios denigrantes sobre la comunidad Kurda.

En la propia frontera, el asunto se agudiza. Abandonados a su suerte, los migrantes que han sido “alojados” en campamentos humanitarios (muy parecidos a campos de concentración), han denunciado maltratos de todo tipo. Los niños llevan la peor parte. John Sanders, designado para el cargo de jefe de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) hace apenas dos meses, dijo en una carta divulgada por medios de comunicación que renunciaría, tras revelarse las condiciones de vida insalubres de los menores retenidos  en un centro de la Patrulla Fronteriza en la ciudad texana de Clint, una señal de la creciente presión sobre los recursos públicos ante el aumento de las detenciones en la frontera sur.

En tanto, Pedro continúa su marcha, va ahora más cansado que ayer, mucho más cansado. Ya los pies de tanto dolerle ni siquiera le duelen, tiene la obstinada y terca idea de traer a su madre y a sus hermanitos, casarse con una rubiecita californiana, fuck you Teresa, tener hijos, y abrir un restaurant de catrachas, pero eso sí, donde no va a contratar jamás a ningún hispano. «Somos tan subdesarrollados» piensa, y se seca de nuevo el sudor…. Buena suerte migrantes. La necesitarán.

 

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