Belleza privatizada | Por: Roberto Hernández Montoya

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Belleza privatizada | Por: Roberto Hernández Montoya

No dejarán entrar a venezolanas bonitas en el Perú porque dizque destruyen hogares, las calificará un jurado venezolano —la xenofobia es sobre todo ridícula. Solo falta que Trump sancione a las venezolanas guapas. Conoce el negocio porque fue dueño del Miss Universo, donde se granjeó la enemistad de Alicia Machado, que ahora lo apoya.

En Venezuela se profesa un culto pagano a la belleza. Se moviliza en esa quisicosa terrible una energía social formidable. Después del triunfo artesanal de Susana Duijm en el Miss Mundo de 1955, Cisneros industrializó el chantaje de su modelo borroso pero obligatorio de mujer, sostenido en la inseguridad exacerbada en que ninguna puede sentirse suficientemente bella.

Esa liturgia es masiva, por lo que las venezolanas pasan por más bellas que las bielorrusas. El tocador es un ritual estricto definido por Osmel.

Hay concursos en preescolares, cárceles y ancianatos. Sin contar reinas de carnaval y madrinas de lo que sea.

Belleza es cultura. Hay abalorios prehistóricos. Es de las pocas constantes verificables del paradigma perdido de la naturaleza humana. Ni las represivas religiones semitas han podido con los perifollos.

Las misses son altares vivientes que montan cada año sugestivos cuadros vivos.

No sería problema sino porque sin pudor las misses se constituyen en mercancías, en mujeres-objetos que se cotizan en ese Wall Street de la guapura; en donde las Galateas se vuelven vitrinas. Les asignan un novio adecuado. Por la mañana les llega el vestuario del día porque cada accesorio es una cuña. No pueden ir a cualquier restaurante. Y una vez que cesan los contratos siguen siendo esclavas.

Conocí a una que escribió un libro sobre las miserias del concurso y finalmente lo engavetó porque se comprometió como imagen de un banco. Pasaba fines de semana enteros sola y aburrida porque apenas había hombres que se sintieran a su altura.

No la puedes llevar a una arepera, eso era Susana Duijm; que probó y aprobó la reina pepeada, que las areperas de los hermanos Álvarez le dedicaron. Nunca pasó por un quirófano. Era belleza orgánica, no un monstruo de laboratorio. Y menos una e-girl de Tik Tok. Descalifican a atletas que se dopan pero no a misses que se operan. No todo es bello en la belleza.

 

ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA

@rhm1947

Belleza privatizada | Por: Roberto Hernández Montoya

Publicado en ÚN.


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