Ahora que en ciertos predios se han vuelto a poner de moda los Derechos Humanos, es bueno recordar que los ataques deliberados al Sistema Eléctrico de un país constituyen una violación flagrante a los más esenciales derechos del hombre.
Los actos maliciosos que afecten o interrumpan el suministro de energía eléctrica de una nación, constituyen prácticas terroristas, que vulneran la vida de las personas. Ahora, que a tanta gente le ha dado por hablar de los Derechos Humanos de los venezolanos, resulta curioso que nadie haya hecho referencia a esta particularidad de la guerra multidimensional a la que nos han sometido los halcones de la Casa Blanca.
Primero, el exasesor presidencial norteamericano, John Bolton, lo admitía en su polémico libro. Y luego un grupo de periodistas encabezados por Nitu Pérez Osuna lo comentaban abiertamente: sí hubo ataques electromagnéticos contra el Servicio Eléctrico Nacional (SEN) en marzo de 2019. Hoy podemos afirmar sin temor a equívocos, que ése fue uno de los primeros actos de gobierno del interino autoproclamado.
Pero a más de un año de esa acción infame, las amenazas siguen allí. Un impenitente Miguel Henrique Otero desde su página web, vuelve con su periodismo premonitorio: Y, qué «casualidad», vuelven a desatarse una serie de apagones. Donald Trump y sus mafias están en desespero. Y en el afán de impedir las parlamentarias, no tendría nada raro que vuelvan a arremeter contra el SEN. Hay que estar en máxima alerta.
Un mundo de arrogancia
Esta semana se llevó a cabo la septuagésima quinta Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU). El recinto sigue invadido de un pestilente olor a azufre. El Diablo está aposentado allí y se niega a darle paso a las nuevas corrientes de multilateralismo, cooperación y solidaridad, por las que clama la humanidad.
Un Donald Trump más patotero y arrogante que nunca se dedicó a promover el bullying contra la República Popular de China y sus habitantes. Irresponsable, descarado, exigió hacerle rendir cuentas a los chinos por la covid-19, cuando él y su gobierno han generado una masacre en EE.UU., por negligencia y omisiones inexcusables.
En la acera contraria, el presidente chino Xi Jinping y su pueblo han dado cátedra de eficiencia, solidaridad y capacidad de reacción frente a una pandemia, que mantiene en jaque a la humanidad. Y de la que nadie es culpable directamente. O, en todo caso, si hay un responsable ése es el neoliberalismo y su lógica predatoria del medio ambiente.
En el modelo chino los casos totales no llegan a 90 mil, en EE.UU., van más de 7 millones. En China las muertes no totalizan 5 mil, en EE.UU. pasan de 200 mil. Ha sido Trump una desgracia para los Derechos Humanos de su propio pueblo. ¿Alguien puede dudar que la ONU debe refundarse y dejar de ser el coto cerrado de gánsters y genocidas?
La pandemia y sus lecciones
Ya llevamos casi 8 meses en pandemia, que nos han parecido un siglo. Y sin embargo, a juicio de algunos expertos, este asunto apenas comienza. La «nueva normalidad» de la que tanto se habla ha llegado, aparentemente, para quedarse, al menos por un buen tiempo.
De este reto sólo saldremos unidos, porque la solidaridad y la cooperación son un imperativo. Y es que la salud se debe asumir como un derecho humano esencial. No puede seguir supeditada a la lógica criminal del dinero.
El impacto bestial de la pandemia en términos económicos, amerita nuevas formas de cooperación multilateral. Los países del Tercer Mundo no pueden seguir siendo abandonados a su suerte. La pobreza, la miseria y la exclusión se ciernen como una sombra gigantesca sobre el futuro de la humanidad.
Pero un puñado saca fantásticas ganancias de todo este desastre. Parafraseando una consigna antisistema: si la humanidad fuera un banco, ya la habrían rescatado. Y agregamos: si los Derechos Humanos realmente importaran, aunque fuera un poquito, estos temas marcarían realmente la agenda y no estarían, como siempre, a la zaga.
