El 11 de septiembre de 1973, el enemigo histórico de los pueblos del mundo, avanzó sobre Chile. La traición dio su paso de injuria, y a nombre de intereses egoístas, decidió despojar al pueblo chileno de sus sueños más altos; los que Salvador Allende levantó para devolver la soberanía y la dignidad a su Patria.
No soportaron los enemigos del pueblo, el avance de los programas políticos de la Revolución en Chile.
La Unidad Popular planteaba construir el Socialismo por la vía pacífica. Con el gobierno de Allende se controló el comercio exterior, se expropiaron tierras, se estatizó el transporte y además, se nacionalizó el cobre, principal recurso de la economía nacional.
De la mano de la Operación Cóndor dirigida por EE.UU., instauraron una atroz dictadura con la que silenciaron a Chile durante años y a través del miedo impusieron al pueblo el servicio a la dictadura.
Así fue. El 11 de septiembre las bombas cayeron sobre el Palacio de La Moneda y Allende resistió en este lugar hasta el último segundo.
“Trabajadores de mi Patria, quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia (…) Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo.
Y les digo que tengo la certeza que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser cegada definitivamente (…) No daré un paso atrás. Y que lo sepan: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera (…)
El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!”.
Último discurso, Salvador Allende.
