La Unión Europea ha dicho que no necesita de la vacuna rusa para combatir los estragos de la pandemia. Desde Moscú la declaración se parece más a una posición política que el resultado de una confiada autosuficiencia del fármaco.
Bruselas, que desde el comienzo arrimó sus brasas al preparado de AstraZeneca, ahora enfrenta una grave crisis de confianza hacia el remedio. Varios países del bloque suspendieron su aplicación por relacionarlo con la formación de coágulos de sangre.
Adicional a este problema, la eurozona sostiene un pulso con la farmacéutica para que produzca más de lo que les venden.
Para Putin la posición de la UE respecto a que no necesitan de la Sputnik V es una “declaración extraña”.
Esta situación pone de relieve, además de la ideologización de las vacunas por parte de Bruselas, las preguntas suspicaces de Putin para quien hay mucho más que una simulada autosuficiencia de Europa.
“No imponemos nada a nadie, pero cuando escuchamos tales declaraciones de los funcionarios, surge la pregunta: ¿Qué intereses protegen y representan estas personas? ¿Los intereses de empresas farmacéuticas o los intereses de los ciudadanos de los países europeos?” se preguntó el presidente ruso.
Para las autoridades del bloque comunitario, la región tendría la capacidad de producir y aplicar sus propios fármacos. Al mismo tiempo adelantaron que para la mitad de julio alcanzarían la inmunización de todo el continente.
La Sputnik V ha sido aprobada por 54 países, y la misma ha revelado seguridad y eficacia. Hasta ahora su aplicación no ha demostrado problemas como sí lo han hecho las demás vacunas.
Los desarrolladores de la vacuna rusa le contestaron al funcionario Thierry Breton que: “Estimado comisario Breton, deje de ser parcial. Los europeos quieren una selección de vacunas seguras y eficientes, que hasta ahora no les ha proporcionado. Sputnik V ya está registrada en 54 países”.
