Resuelto quién es el nuevo presidente de los EE.UU., los mandatarios en América Latina enviaron sus mensajes en Twitter para felicitar al nuevo colega.
Pero lo más llamativo hasta ahora no son quienes escribieron, sino quienes no lo han hecho todavía. Y el caso más abrumador es el silencio del presidente brasileño Jair Bolsonaro.
Fuentes cercanos al mandatario indicaron que reaccionó tranquilamente ante la noticia de la victoria de Biden, pero no ha tocado una tecla para saludar su victoria, ni la de Kamala Harris, la primera mujer vicepresidenta, y además afrodescendiente.
Un diario local afirma que Bolsonaro no se pronunciará hasta saber el desenlace de las apelaciones de Trump ante los tribunales, ya que ha despachado al proceso electoral como una absoluta maniobra fraudulenta.
Adulación bogotana
Si bien la diplomacia se hace pensando como Estado y no como amigos, al menos el silencio de Bolsonaro parece la actitud leal de un camarada. En cambio la felicitación del presidente colombiano Iván Duque al nuevo inquilino de La Casa Blanca revela esa fanática vocación bogotana de superar cualquier tope aceptable de adulación a un jefe.
Duque habría escrito en su cuenta oficial que “Felicitamos a @JoeBiden, nuevo Presidente de EE.UU y @kamalaharris, primera mujer vicepresidenta de EE.UU. Les deseamos los mejores éxitos en su gestión. Trabajaremos juntos en fortalecer la agenda común en comercio, medioambiente, seguridad y lucha contra crimen trasnacional”.
Como si cobraran por mensajes en Twitter, Duque no tuvo al menos la sensibilidad de dedicar unos caracteres a su todavía colega Donald Trump, a quien a través de Pompeo se atrevió a decir el mamarracho histórico de que mucha de la independencia colombiana tenía del apoyo “de los padres fundadores” de los EE.UU.
Mensaje desde Venezuela
Por su parte Nicolás Maduro dirigió una modesta felicitación a Biden y Harris, seguramente con aquel espíritu elemental de que “lo cortés no quita lo valiente”, y sin desvelarse en falsos entusiasmos con el vicepresidente del gobierno de Obama que declaró a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad norteamericana.
Adicionalmente el mandatario venezolano expresó que “Venezuela, la Patria del Libertador Simón Bolívar siempre estará dispuesta al diálogo y al entendimiento con el pueblo y el gobierno de los EE.UU.”.
Por un mejor trato
El argentino Alberto Fernández hizo lo mismo, pero puso de relieve primero la histórica participación electoral estadounidense, un dato no menor que revela la importancia de la elección de este año.
El saludo se parece a la señal de optimismo de un país que espera el apoyo de Washington para superar el trance económico que tiene al país como rehén del FMI.
La veneración de Piñera
Por su parte el presidente chileno Sebastián Piñera, fiel a su tradición de congratularse con EE.UU. expresó su mensaje a Biden en inglés y luego en español, como quien no quiere dejar al arbitrio de los traductores del tuiter lo que realmente quiere decir.
Piñera le dijo que “Chile y Estados Unidos compartimos valores como la libertad, la defensa de los derechos humanos y desafíos como la paz y la protección del medio ambiente”. A lo mejor le convence que es así, volviendo a hacer la gracia de fundir la bandera chilena con el pabellón estadounidense, como hizo con Trump.
Un «fresquito» desde Europa
Desde la OTAN se han sacado la espina con un socio que los trató como malos aliados. El Secretario General del pacto miliar, Jens Stoltenberg felicitó la victoria del demócrata como la “de un firme partidario de la Alianza Atlántica”.
El mensaje parece el desquite contra Trump, quien siempre hizo sentir a los demás países como los incómodos arrimados de una alianza en la que estaban sin pagar lo que les correspondía.
Otro colega europeo que se apresuró a felicitar a Biden fue Macron, quien instó al nuevo inquilino de La Casa Blanca a actuar “juntos”.
Para la historia de los memes quedaron los pulsos de apretones de manos “Macron-Trump”, en el que además de medir una brutal fuerza física, expresaban una relación explícita de dominio en la que quedaba bien claro “quién manda a quién”.
Y otra figura relevante del viejo continente que se sobó las manos con la derrota de Trump fue la cancillera alemana Ángela Merkel; quien aprovechó la ocasión del triunfo de Biden para fortalecer una relación trasatlántica “irremplazable”.
Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, también le dedicó sus caracteres al nuevo colega norteamericano; y además lo hizo en inglés y en español.
Sánchez dejó servido su deseo de trabajar de manera conjunta con Biden en los grandes retos globales; esos en los que precisamente Trump apartó a EE.UU.
¿Y qué dicen los vecinos?
De los dos vecinos de los Estados Unidos, Andrés Manuel López Obrador no ha dicho nada, pero Justin Trudeau sí. El Primer Ministro canadiense les remarcó a sus nuevos colegas que son dos países amigos con una relación excepcional; y como para que no quede duda de su entusiasmo por los ganadores les dijo que: “Tengo muchas ganas de trabajar juntos y desarrollar eso con ustedes dos”.
Almagro no hizo informe
Pero entre todos los casos más notables que se han desbaratado en palabras de exultante alegría por la renovación en La Casa Blanca están las del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, quien obviando la denuncia de fraude hecha por Trump, dio por inequívoca la elección de Biden.
El diligente funcionario del organismo regional, quien no envió un solo técnico para verificar los comicios norteamericanos, ha sido uno de los personajes más aludidos en estos días; porque no hizo algún informe que sirviera para “detener la fragua de una trampa” como sí lo habría hecho supuestamente con “buena intención” en Bolivia.
Guaidó se coleó
El supuesto presidente de Venezuela Juan Guaidó también se unió a la caravana de felicitaciones presumiendo la investidura de colega de Biden, a quien le felicitó. En un breve comunicado le agradeció a Trump su poyo en la lucha «contra la dictadura» en el país.
Guaidó, olvidando rápidamente quien le invitó al discurso del Estado de la Unión de este año, destacó que la causa opositora es una prioridad bipartidista, exhibiendo así una impúdica capacidad de acomodarse rápidamente ante sus nuevos jefes.