La incómoda opinión de las mujeres (I): herramientas machistas de control | Por: Selene Estrach

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En la actualidad, la sociedad sigue teniendo una abismal brecha de desigualdad en el ejercicio pleno de los derechos entre mujeres y hombres.

Además de los derechos que se denominan urgentes o de primera necesidad como la alimentación, vivienda y salud, hay un derecho muy importante que es el de pensar, opinar y participar en las decisiones políticas, del cual gozan con ventaja los hombres blancos y heterosexuales. Existe aún una gran lucha para que la opinión de las mujeres no sea descalificada, subordinada o invisibilizada.

Haciendo un poco de historia, apenas hace 72 años se reconoce el sufragio femenino como derecho humano universal, luego de 100 años de lucha del movimiento sufragista y 159 años después que los hombres. Aun así, en 2005 todavía existían países sin derecho al sufragio femenino.

Ser reconocido no representa un cambio significativo en el ejercicio concreto del derecho a expresar su opinión con autonomía, especialmente por la reducida presencia femenina en órganos de los partidos políticos y su participación en los poderes del Estado. En América Latina se calcula 7.5% de mujeres en el legislativo y 6% en el gabinete del ejecutivo.

Según estudios de la UNESCO, 15 millones de niñas nunca aprenderán a leer ni a escribir porque están fuera de la escuela comparados con 10 millones de niños. Así mismo la Organización de Naciones Unidas (ONU) alerta que las mujeres están debajo de los hombres en todos los indicadores de desarrollo sostenible.

Estos datos reflejan una sociedad patriarcal que siempre vio a las mujeres como seres inferiores e incapaces de hacer otra cosa que parir y realizar tareas domésticas. Razón por la que se cría a niñas y niños con ese determinado rol inducido, bajo estereotipos que van desde definir dos únicos géneros: varón y hembra; hasta asignarles colores, formas, tipos de sentimientos y cualidades específicas, dando por hecho que vienen asignadas con el sexo.

Cada rol va creando obstáculos a las mujeres, unos más abiertamente opresivos y otros peligrosamente silenciosos. Por lo que muchas mujeres a lo largo de la historia se han resistido, siendo etiquetadas negativamente como “brujas“, “inmorales“, “diabólicas” y un sin fin de adjetivos que intentan desnaturalizar la necesidad humana de las mujeres a pensar.

La lucha de las mujeres ha tenido muchos logros. Hoy es algo común hablar de mujeres profesionales; mujeres que ante las leyes del mundo tienen los mismos derechos bajo la fachada de los Derechos Humanos, siendo igualitarios para todos y todas.

Ahora, en realidad solo tres cuartas partes de los países del mundo cuentan con legislación que garantice los mismos derechos para hombres y mujeres, y donde existen es fundamental diferenciar claramente entre tener derechos en un papel y la posibilidad real de ejercerlos plenamente. La igualdad declarada no es suficiente, porque el contexto entre géneros condiciona la posibilidad de acceso a los derechos por esto es tan importante hablar de equidad.

Los roles se reproducen en una cantidad de tareas cotidianas para el desarrollo de la vida humana que han sido impuestas como responsabilidades inherentes a la mujer: cocinar, limpiar, cuidar a los hijos e hijas, lo que se convierte en trabajo no remunerado y casi esclavo, aunado a la doble explotación laboral que implica el desmejoramiento de salarios en comparación con los hombres, aumentando los obstáculos a las mujeres para alcanzar sus metas profesionales.

Un ejemplo de ideas instaladas en la sociedad es el falso discurso feminista despolitizado y banalizado, que enaltece a los hombres que ‘‘ayudan’’ a las mujeres, como si no fuese una responsabilidad mutua. Bajo esa premisa y con la condición de camuflarse y no incomodar, la mujer debe masculinizar su visión de mundo pretendiendo que las luchas de otras mujeres son excesivas y plantean la supremacía de las mujeres sobre los hombres.

Una mujer delicada, prudente, ‘‘femenina’’ que ama ser madre, se preocupa por su belleza y no opina más de lo necesario, puede llegar a más espacios.

Selene Estrach


 

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