Pedro Castillo | Por: Alí Ramón Rojas Olaya

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Estando en la cárcel de máxima seguridad, el presidente peruano Pedro Castillo recibió la visita de una de las señoras que trabaja en el palacio presidencial. He acá el diálogo:

Flor: ¡Buenos días, maestro presidente!

Pedro: ¿Qué tiene de bueno este día?

Flor: Que una proletaria vino a verlo

Pedro: Yo a usted no la conozco.

Flor: Yo trabajo para usted en el palacio. Su despacho siempre está limpio gracias a esta mujer bolivariana que lleva la sangre de Bartolina Sisa.

Pedro: ¿Y qué desea?

Flor: Saber si usted tiene los pantalones bien puestos. Saber si vale la pena que el pueblo se organice y luche contra el congreso oligarca.

Pedro: Creo que ya es tarde.

Flor: El pueblo todavía recuerda a Velasco Alvarado. Para el pueblo nunca es tarde. La lucha es de clases. Los que adularon a Simón Bolívar lo traicionaron y luego asumieron la presidencia en Lima prostituyendo nuestra dignidad.

Pedro: ¿Qué debo hacer?

Flor: en primer lugar asumir sus errores. ¿Usted creía que hablando mal de Nicolás Maduro era suficiente para que lo dejaran gobernar? ¿Usted pensaba que yendo a Washington con actitud de cachorro del imperio era suficiente? El pueblo tenía fe en usted porque en teoría había dos tendencias opuestas que se disputaron la presidencia de Perú: su izquierda y la derecha de Keiko Fujimori. Cuando usted ganó debió convocar a un referéndum constituyente para que la población decida si quiere o no una nueva Carta Magna.

Pedro: No busqué apoyo del pueblo. Ese fue mi error.

Flor: tenga presente que el 13 de julio de 2006, el escritor y empresario farmacéutico peruano Herbert Morote visita al expresidente Valentín Paniagua en la señorial urbanización Jesús María de Lima, donde a usted lo detestan, para obsequiarle un ejemplar de su libro “Bolívar, libertador y enemigo número 1 del Perú”. El abogado vio con alegría el título y comenzó la siguiente conversación: “-¿Qué le parece el título del libro, doctor Paniagua? – Muy bueno, ya es tiempo de poner a Bolívar en su sitio. – Cuando usted fue presidente del Perú no lo puso en su sitio, dejó que su monumento siguiera en la Plaza de la Constitución, institución que él aborrecía. Paniagua (con un esbozo de maliciosa sonrisa), respondió: se equivoca, amigo, Bolívar está donde le corresponde, esa plaza realmente se llama ¡Plaza de la Inquisición!”.

Pedro: y pensar que ellos me adulaban.

Flor: el pueblo está decidido a volver a poner en la presidencia a un maestro robinsoniano, no a un seguidor de Riva Agüero o de Torre Tagle.

 

ALÍ RAMÓN ROJAS OLAYA

@rojasolaya

ÚN.


 

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