Producción y economía digital
La tecnología avanza a pasos agigantados, introduciendo cambios significativos en todos los niveles y ordenes de la sociedad capitalista. Sin embargo, acceder a los beneficios de las innovaciones tecnológicas es más complejo para los países subdesarrollados en virtud de la dependencia que históricamente ha existido y que con el tiempo tiende a ensancharse. Nos referimos a la desigualdad inherente a la relación dialéctica entre desarrollo y subdesarrollo. Generándose así, una relación de dependencia y subordinación que tiende a ralentizar el despegue de las economías subdesarrolladas.
En este sentido, el destacado científico social brasileño, Theotonio dos Santos, plantea que la economía mundial se constituye por un conjunto de economías productoras de tecnología y conocimiento, productoras de manufacturas; y los productores de materias primas. Formándose así, un espacio entre oferentes y demandantes que estructuran el Sistema Económico Mundial.
La revolución científico–técnica que se inicia en los años cuarenta y se expresa con mayor fuerza en la década de los años 70 del pasado siglo XX. Ello transformó radicalmente, la relación entre la ciencia, la tecnología y el proceso productivo, subordinando la producción a la tecnología y ésta a su vez a la ciencia. Este conjunto de innovaciones, trajeron consigo un impacto importantísimo en las escalas de producción, generando varios efectos: procesos de producción automatizados por medio de la robótica y la informática; se incrementó potencialmente los periodos de descanso, se disminuyó la jornada de trabajo. Y se ampliaron los servicios y actividades estrechamente vinculados al conocimiento, así como la planificación y el diseño de los productos que se tornaron más flexibles y se integraron a los sistemas automatizados.
El salto cualitativo y cuantitativo de dichas tecnologías trajo consigo una muy elevada productividad del trabajo y un crecimiento de la oferta mundial acompañada de una baja del empleo; situación llena de contradicciones no resueltas y que han desembocado en la crisis de septiembre de 2007 que tuvo como epicentro el corazón financiero de los EE.UU.
En líneas generales, lejos de resolver los graves problemas estructurales del sistema económico mundial (desigualdad, miseria y concentración), los avances tecnológicos han contribuido a crear otros, tan o más graves que los que ya existían. Quizás uno de los más complejos ha sido la llamada economía de casino o financiarización, mediante la cual la economía real de la producción, va perdiendo terreno y cobra cada vez mayor fuerza el campo de las ganancias netamente especulativas en los llamados mercados a futuro.
Sin embargo, tampoco todo ha sido negativo. El surgimiento de una nueva y cada vez más vigorosa economía digital, ha facilitado de manera increíble tanto las transacciones financieras alrededor del mundo, como el surgimiento de nuevos medios de pago que están revolucionando los espacios convencionales.
Las criptomonedas y criptoactivos representan mecanismos disruptivos, para formalizar transacciones económicas, como unidad de cuenta y también como medio de reserva de valor. Venezuela, se ha puesto a la vanguardia, con el lanzamiento del Petro.
La apuesta por el mundo de los criptoactivos y la economía digital forma parte de un futuro que empieza a convertir en presente. Se dibuja en el horizonte la posibilidad cierta de insurgir contra el inconmovible poder financiero mundial. Para Venezuela se impone el doble reto de consolidar nuevas y variadas formas digitales de pago, consolidando en paralelo la diversificación del aparato productivo de la economía real. Producción y digitalización no son antagonistas, bajo el modelo venezolano deben complementarse y estimularse mutuamente.