Nada | Por: Roberto Hernández Montoya

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Nada | Por: Roberto Hernández Montoya

¿De qué conversar con Guaidó? Digo, aparte de los miles de improperios que merece por los más de 200 años de cárcel que nos debe, según José Brito, su excompañero de armas. ¿De cine? ¿De viajes? ¿De literatura? ¿De la crianza de pastores alemanes? No sé. Cada quien tiene temas, Farruco Sesto dice que cualquiera tiene al menos una historia que contar, pero ¿qué hay en Guaidó?

¿Robar? En eso al menos puede ofrecer una egregia perorata sobre desfalcos, timos, saqueos, estafas, fraudes, atracos, pillerías, picardías, escamoteos, añagazas, argucias, malas mañas, trácalas, trapacerías, plazos traicioneros, socaliñas, infamias, trucos, falsías, hurtos, despojos, piraterías, engañifas, bellaquerías, granujadas, enredos, plagios, bribonadas, arrebatones, asaltos, depredaciones, latrocinios, secuestros, extorsiones, falsificaciones, perfidias, negar tratamiento a 53 criaturas con enfermedades terminales. Tema tiene. Pero no sé de qué más. Hay gente que es nada. Chávez rehusaba debatir con Capriles porque, decía, sería lidiar con la nada.

¿Qué tal un coloquio con el poeta Leopoldo López Mondoza? ¿Julio Borges? ¿Nitu? ¿Ledezma? ¿María Corina? ¿Carla Angola? Seguramente sobre cualquiera de los temas que inventarié en el párrafo anterior. No hablo de Rafael Poleo porque a ese, rebuscando, se le encuentra algo. La hija es otra cosa, aunque no sé bien cuál.

El Imperio es riguroso en apandillar gente desierta, sin iniciativa, para poderla llevar como caballo de Junquito, coge pallá, coge pacá. Su único espesor es la codicia. Solo eso impide decir que son la nada absoluta. Son agujeros negros, la negación de todo, que no dejan para nadie, no reparten el botín y por eso se les está desmoronando el tinglado.

Desde mi primera infancia me intrigó la nada absoluta. Me daba a filosofar qué tal si no existiera nada. No pasaba del enunciado porque aún hoy me es imposible pensar la ausencia perfecta de toda existencia. “Pienso, luego existo”, respondió Descartes. Una solución genial porque si postulo que no hay nada al menos existe quien postula el ser y la nada, así sea como “pasión inútil”.

Pero el abismo insondable de esta gente me regresa a mi punto de partida: tal vez la nada absoluta sí es concebible después de todo.

ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA

@rhm1947

Nada | Por: Roberto Hernández Montoya

Publicado en ÚN.


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