Cada vez son más claras las señales de que el nuevo presidente norteamericano, Joe Biden, no realizará cambios sustanciales en la política de los EE.UU. Primero se conoció la bochornosa noticia de que los niños, hijos de inmigrantes, que se encuentren en suelo estadounidense serán deportados. Y ahora desde la Casa Blanca se anuncia que no se prohibirá el uso del fracking.
La suspensión de las prácticas de extracción de crudo, mediante la fracturación hidráulica había sido una de las promesas electorales de Biden. Esta propuesta se había trabajado, como parte de las medidas que implementaría su equipo en defensa del medio ambiente.
Sin embargo, una vez investido del poder presidencial Biden recurre a la vieja táctica de la «amnesia selectiva«. Ahora, como por arte de magia, se olvidó de sus afirmaciones en campaña y con su cara bien lavada cambia drásticamente el discurso.
Estragos medioambientales
«No vamos a prohibir el fracking, vamos a proteger y aumentar los empleos”, afirmó Biden en una reciente alocución desde la Casa Blanca. Esta técnica de fracturación ha sido duramente cuestionada, desde diversos países, especialmente por el impacto medio ambiental que de ella se deriva. Esta metodología es efectiva para extraer el crudo desde grandes profundidades, pero en el proceso se contaminan también los suelos, así como los reservorios hídricos subterráneos.
El fracking literalmente causa estragos. Con esta técnica los Estados Unidos impulsaron una guerra de precios en el año 2016. Mediante esta erosiva práctica hicieron competencia desleal a los países productores, contribuyendo a un desplome de las cotizaciones internacionales del crudo.
La preservación del medio ambiente siempre ha estado en un segundo y hasta un tercer plano, en la dinámica del sistema norteamericano. Priva la lógica de la ganancia desmedida, sin importar las afectaciones que se hagan a las aguas y a la atmósfera, mucho menos a las personas.
Para tratar de lavar su cara, Biden anunció que se aplicarán «otras medidas» para paliar la crisis climática. «En mi opinión, ya hemos esperado demasiado para abordar la crisis climática. No podemos esperar más», señaló con su característico tono de ambigüedad.
