Hay palabras que para que no se las lleve el viento, se aferran a las paredes con las letras de un graffiti rebelde. En Copenhague, la apacible capital de Dinamarca en donde parece increíble que alguien pierda la compostura de rayar los muros, un escritor anónimo dejó una proclama potente que llamó la atención de Hugo Chávez en vísperas de la Cumbre del Clima del 2009.
El comandante la leyó y la copió como si se trata de un susurro esclarecedor con ese instinto llanero de pegar en la tierra el oído para escuchar lo que late en el alma de la calle.
En el estrado de los presidentes, en donde sobran los discursos fatalmente aburridos para un problema grave, Chávez replicó lo que le gritó aquella pared mientras andaba por Copenhague:
“No cambiemos el clima, ¡cambiemos el sistema!”.
De este instante épico en que un graffiti se convirtió en el discurso de un presidente para sacudir una de esas cumbres a las que no entra el pueblo ya han pasado 11 años.
Alerta vigente
Si bien cada vez que leemos o escuchamos la frase nos emociona, al mismo tiempo embarga una honda preocupación; porque durante todos estos años ha sido muy poco lo que ha cambiado.
El planeta sigue desbarrancándose por un despeñadero. Como si desde el 2009 Chávez estuviera viendo todavía el mundo actual, dijo: “Señoras y señores, seamos capaces de hacer de esta tierra no la tumba de la humanidad, hagamos de esta tierra un cielo, un cielo de vida, de paz, y de paz de hermandad para toda la humanidad, para la especie humana”.
Ante la pasividad de la lógica comercial sobre los derechos de la naturaleza, El Comandante increpó a los líderes de las potencias: “No esperemos de brazos cruzados la muerte de la humanidad. La historia nos llama a la unión y a la lucha”.
Cambiar el sistema
Hugo Chávez sugirió que para salvar al planeta, había que desmontar la dinámica depredadora del capitalismo. Desde entonces esta convicción ambientalista se convirtió en vértice del movimiento bolivariano de Venezuela en la forma de objetivo histórico del programa político y de desarrollo del país.
De esta jornada también destaca la exclamación de una pared que gritaba en Copenhague: “Si el Clima fuera un banco, los ricos ya lo habrían salvado”, una reflexión en clave de sarcasmo que revela la retorcida prioridad de los más ricos, quienes en vida amasan fortunas con la ingenua pretensión de que algún día puedan seguirlas gastando después de la muerte.