Han trascurrido 17 años del golpe de Estado contra el comandante Chávez; y para la decepción de muchos, la derecha no logra captar la atención de las mayorías, que podrían llevarlos a asumir el poder político; por el contrario, insisten en tropezarse con la misma piedra (Violencia, destrucción e injerencismo) dejando claro que, no es la vocación de servir al pueblo lo que los mueve, sino la imperiosa necesidad de recuperar los privilegios resultantes del saqueo cuarto republicano.
El 30 de abril (30A), fuimos testigos nuevamente, de una triste escena de la mediática, que migrando a las redes sociales, se hacho de estrategias amarillistas, para traer la atención de parte del pueblo de Venezuela, pero sobre todo, de la comunidad internacional, que diariamente fabrica falsas esperanzas a la militancia opositora al tiempo que amenaza con una intervención militar; construyendo una especie de paralelismo entre lo que pasa en la calle y lo que se refleja en las tendencias móviles.
Por ello, si se pueden definir en una palabra, los acontecimientos del 30A, se podría decir definitivamente que fue un día de contrastes; pues mientras el auto proclamado, quien asegura tener control total del gobierno, aparecía en escena con un reducido número de militares y al final del día hacia un balance en una habitación; Un Nicolás Maduro, sereno y confiado, aparecía con un tren ministerial y el alto mando de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en el palacio de Miraflores.
¿Quién manda aquí? –Allí están las puebas–