23F: Un caballo de Troya cristalino | Por: Ronny J. Pacheco
Decálogo de una batalla
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El 23 de febrero del 2019 fue la fecha planteada por la conjura internacional contra Venezuela, como “día D” para el ingreso de insumos bélicos y mercenarios al territorio nacional. El camuflaje: gandolas con “ayuda humanitaria”. El criador del caballo: Elliott Abrams, sí, el mismo que en 1986 envió armas a los Contras en aviones con “ayuda humanitaria” para que ingresaran a la Nicaragua Sandinista.
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El establo: un concierto llamado “Venezuela Aid Live”, realizado el día anterior en el puente Tienditas del lado Colombiano. Financiado por Richard Branson, magnate británico, dueño de la Virgin Group, con importantes intereses energéticos en la región. Un centro de acopio de la USAID custodiado por agentes del Comando sur y el ejército colombiano. Agrupamiento en la línea fronteriza de paramilitares encapuchados protegidos por la ESMAD.
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El juancito o yóquey: Se cumplía un mes desde que un diputado que ganó con 97 mil votos en el estado Vargas, se autoproclamara Presidente del país, con anuencia del gobierno de los Estados Unidos y su grupo de países cipayos de la región. Logró entrar al territorio colombiano con la colaboración de miembros de la banda criminal “Los Rastrojos” como acto protocolar para sellar el pacto de control fronterizo, una vez lograran sus metas.
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Uno de los principales objetivos de esta batalla fue la pretendida deserción en masa de militares venezolanos por medio de prebendas. Una vez que cruzaran la frontera se aliarían a la vanguardia paramilitar y abrirían un flanco para el ingreso de escuadras colombianas bajo la dirección del comando Sur.
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Fracaso. En el concierto “Venezuela Aid Live” buscaban recaudar $100 millones y una asistencia de 500 mil personas; colectaron $2.4 millones y en tomas aéreas se contabilizaron poco mas de 10 mil personas.
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Frustración. No ingresaron las gandolas, por el contrario, los mercenarios las quemaron con un trapo de una molotov. Los pocos militares desertores fueron engañados y desechados semanas después. Esto, por el contrario, se tradujo en históricas muestras de estoicidad, liderazgo y gallardía de los comandantes y soldados, quienes desde la primera línea del borde fronterizo dirigieron las operaciones, debatiendo incluso con la permisiva Fuerza Armada colombiana. ¡Nosotrxs tan Bolívar y ellxs tan Santander!
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Freddy Bernal, Protector y principal líder en el territorio del estado Táchira, sintetizó esta “tercerización de la guerra moderna” como: “La batalla de los Puentes”. Caracterizando muy bien todos los procesos que se desarrollaron y condujeron a la victoria Venezolana. (Véase entrevista con José Vicente Rangel)
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La unión Dirigencia-Pueblo, Cívico-Militar jugó un papel determinante en todos los aspectos de la batalla. Alejado de lo que se cree, una batalla no solo transcurre mediante la confrontación cuerpo a cuerpo. La movilización de delegaciones de jóvenes militantes, estudiantes, periodistas, adultos mayores, no pasaba solamente por la convocatoria de rigor de los dirigentes políticos. Esto dio muestra al mundo de la una capacidad orgánica de despliegue, resistencia y logística, ante cualquier circunstancia que ponga en peligro la soberanía del país. Dando además, cuerpo vivo a la sentencia de Chávez: “Somos una revolución pacífica pero armada”, precepto por demás Bolivariano.
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La comunicación como batería anti-mentiras. La dirección política-militar-popular de la Revolución Bolivariana mostró un fuerte contraste con las debilidades que propiciaron y consolidaron el golpe de Estado de 2002. Estrategia comunicacional, equipos necesarios que incluso permitieron descubrir francotiradores (drones, cámaras, internet), RR.SS.y medios internacionales cubriendo los hechos, fueron un escudo impenetrable, donde la verdad fue protagonista.
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Nunca tuvo tanta vigencia el mítico relato del caballo “como símbolo de victoria” ofrecida a los troyanos que ocultaba armas y soldados para, una vez dentro de sus fronteras, invadir y aniquilar a su pueblo. Venezuela le demostró al mundo, con una linterna de valentía, las costillas traslucidas de esa farsa: las vísceras imperiales, el estómago vacío de petróleo y recursos naturales, las patas muy cortas de sus intenciones, un largo rabo de paja y por supuesto, que no era ningún caballo. Como la realidad siempre supera a la ficción, lo más irónico es que –como debieron hacerlo Laocoonte en Troya- ellos mismos lo quemaron.
RONNY J. PACHECO