Ya no hay infancia | Por: Roberto Hernández Montoya
La niñez es un invento de Rousseau y de Walt Disney. Antes de ellos era una edad en que la gente no estaba completa, era un poco tonta y no podía reproducirse todavía. Tendía a jugar y no rendía en el trabajo —se la ponía a producir desde temprano. Y para casarse había que esperar la pubertad porque en esa época era normal lo que hoy llamamos embarazo precoz. Y en eso llegaron Rousseau con su Emilio y Disney con sus hadas, que moldearon la niñez como la conocimos hasta la llegada de la televisión y de Internet.
Fernando Savater dijo antes de Internet que la televisión lo contó todo y ya no quedó inocencia para nadie. O casi. La niñez comenzó a enterarse de temas escabrosos que hasta ese entonces solo conocían jefes de Estado y prelados. Y los curas rasos en el confesionario. A las mujeres no se les contaban esas cosas porque el machismo las confinaba en el grupo de la minoría de edad. En la noche de bodas se enteraban justo de lo necesario. Es que sus maridos tampoco conocían el cuento completo, que precisamente contó la televisión.
O casi completo, porque Internet reveló el resto. Finalmente la televisión estaba censurada, como ahora pretende Internet. Pero Internet nos dio acceso al hard core porno, por ejemplo, cosas que antes se veían solo en porno shops y lupanares. Ahora podemos ver la “teoría queer” en el salón de estar. Y en eso la niñez es mucho más ducha que la adultez en el uso de los buscadores de Internet. Seguro que tu prole encuentra lo de la teoría queer antes que tú. Es más, ya la debe saber. Ya no hay los “locos bajitos” de Serrat.
Hubo unos programas ingenuos que se proponían censurar esas informaciones, hasta que las criaturas descubrieron que contienen una lista de sitios queer que les es fácil desbancar y se convierten en una guía actualizada de sitios que jamás imaginé en mi infancia de princesas y príncipes azules. Es más, el Canal Disney no transmitía aún el Hotel Transylvania. Confieso que como veterano de Disney esa película me chocó, pero es que no tengo los callos de la niñez de hoy.
Ya no hay inocencia. O sí, la de la tercera edad, que todavía suele ignorar aún un montón de sordideces. Si quiere conocerlas tiene que consultar a quienes otrora eran inocentes y ya no.
ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA
Ya no hay infancia | Por: Roberto Hernández Montoya
Publicado en ÚN.