Por: Carolys Helena Pérez González
¿Cuántas veces nos hemos mirado en el espejo para preguntarnos, quién soy? Esa pregunta subjetivizadora en la que se ancla en gran medida el espacio que nos permite habitar las líneas discursivas por las que se lleva nuestro tiempo; En teoría, cada vez que vamos evolucionando, vamos respondiendo de distintas maneras a ese cuestionamiento, nos acorazamos en una identidad, dibujamos lo que sí somos y lo que no, lo que nos permite afirmar que somos como… O que jamás seremos tal y en esa paradójica dicotomía hallamos nuestras semejanzas y diversidades mientras reconocemos en ese mismo espejo que se añeja la consonancia y la coherencia.
Sobre ella organizamos los elementos de nuestra identidad, afirmativa generalmente, aún en sus sombras, de manera real y simbólica, especialmente cuando se trata de nosotras, las mujeres.
Hoy vivimos una inédita cultura global de género, con liderazgos femeninos floreciendo en diversos ámbitos (académico, artístico, profesional, especialmente políticos). Antes limitados, ahora surgen con visión de género, influyendo la cultura aunque comunicacionalmente parecieran ser aún minoritarios.
Históricamente, la izquierda ha abanderado la lucha por la emancipación de los oprimidos. Hoy, esa lucha debe reconocer y priorizar las demandas específicas de las mujeres: erradicación de la violencia de género, igualdad salarial, acceso a derechos sexuales y reproductivos, y la construcción de un sistema de cuidados justo y equitativo. Estos no son temas aislados, sino pilares fundamentales de una transformación social profunda. Especialmente en este tiempo que nos invita a trascender una visión meramente cuantitativa de la participación femenina en la política. No se trata únicamente de aumentar el número de mujeres en cargos de participación de base o representación, sino de transformar las estructuras de poder patriarcales que históricamente han limitado su acceso y su capacidad de influencia. Su concepto de «cautiverio» ilumina las múltiples formas en que las mujeres son subordinadas y cómo estas limitaciones se manifiestan también en el ámbito político, obstaculizando la plena expresión de sus agendas y la defensa de sus intereses.
De cara a los grandes desafíos del 2025, nuestra propuesta de Patria, desde el Socialismo Bolivariano y Feminista, nos interpela a promover una participación política femenina que vaya más allá de la representación simbólica. Implica fomentar liderazgos femeninos con una agenda clara y comprometida con la igualdad de género, capaces de articular las demandas de las diversas mujeres. Se trata de una participación que no solo busca ocupar espacios, sino transformarlos desde una perspectiva de género que priorice la justicia social, la equidad y el pleno ejercicio de los derechos de todas las mujeres. El socialismo será feminista y equitativo, o no será.
¡Seguimos venciendo, palabra de mujer!