La cultura “woke” empezó – dicen- , siendo un movimiento justo, pero ahora es un eslabón más del sistema que perpetua la dominación de clases y la ideología dominante en el mundo occidental.
Tiene su origen ligado al significado del propio vocablo en inglés: despertar. Que se usaba en la primera mitad del siglo XX vinculado a la lucha contra el racismo y a la opresión de la población afroamericana en los Estados Unidos. Posteriormente el movimiento abarcó a gente que también luchaba por la justicia social, movimientos de diversidad sexual e injusticias dentro del sistema norteamericano (y capitalista mundial), porque se extendió sobre todo en el hemisferio norte, aunque también en las grandes ciudades del hemisferio sur.
Se dicen gente progresista de izquierdas, que sufre y padece las injusticias que el mundo vive. Pero si analizamos solo por encima el papel que cumplen… ¿qué rol juegan en el tablero de juego de los opresores y los oprimidos?
Estas letras no son más que la opinión de una persona, la mía. No responden a una verdad universal. Aunque estoy segura de que se corresponde con la realidad, es más, me atrevo a afirmarlo. Por la observación en mi convivencia dentro de los países capitalistas. Por mi conciencia de clase.
El movimiento woke, que existe en todos los países desarrollados, se caracteriza porque dice y hace ver que sufre con las injusticias. Ya sabemos que del dicho al hecho hay un trecho.
Gente que en su mayoría combate la injusticia bajo el nihilismo, el infantilismo, la victimización, la cursilería, la vampirización del sufrimiento ajeno y las ansias de protagonismo. Me repugna ver a mujeres de clase alta que no han pisado un barrio periférico en su vida, haciendo marchas excluyentes en grandes ciudades europeas, a las cuales solo pueden asistir mujeres y no hombres, para luchar por la violencia de género.
Violencia de género que quizás muchas de ellas no han sufrido, que solo la han visto por la televisión o porque la prima de su empleada de hogar fue víctima y se lo han contado.
¿Qué sentido tiene una marcha de mujeres a la cual no pueden ir hombres, compañeros de lucha, para luchar por un mal social como es el maltrato de género?
¿Así se pretende educar a la sociedad? ¿Qué aporte tiene esto al bien común?
Es cierto que a este tipo de actividades no todas las mujeres que van tienen este pensamiento, dios me libre de enjuiciar a toda la masa que acude, pero sí que muchas de las cabecillas con el feminismo burgués como estandarte, tienen estas ideas marcianas y creen que hacen un bien a los movimientos sociales.
Lo he visto. Me he horrorizado.
Les duele más que no puedan entrar sus mascotas en cafeterías y restaurantes en sus ciudades a que haya mendigos pidiendo comida en las puertas de esos mismos lugares.
¿Cómo un lugar en Barcelona no va a ser “pet lover”? ¿Cómo este atraso de no dejar entrar mascotas en este lugar?
Mientras miran por encima del hombro a una anciana o a un inmigrante que vende pañuelos desechables entre las mesas de la terraza de ese mismo lugar.
Podemos observar fruto de estas actitudes, para cumplir con las necesidades de estas personas tan “amantes” de los animales, el surgimiento de cafeterías especiales para gatos y perros. Porque esta gente no dejan de ser consumidores que arreglan el mundo frente a una copa de vino o a un té matcha japonés.
Llevan el nombre de la nueva izquierda en la boca pero no han visitado nunca o casi nunca un centro de trabajadores, un sindicato o un hogar de mujeres maltratadas.
Hay mucha gente sufriendo en muchas ciudades y pueblos en todo el planeta por problemas raciales, de género y económicos entre muchísimos otros más.
Qué cínico es nombrarse protagonistas de este sufrimiento, que ellos en verdad no padecen, desviando del primer plano a quien realmente merece estar.
El movimiento woke en este momento representa las ganas de protagonismo y victimismo ante cualquier situación de injusticia que exista en el mundo.
Veía hace poco en las redes sociales a una chica que tiene “ecoansiedad”. Muy de moda ahora. Y luego, es la misma gente que viaja por todos lados en avión y contamina más que cualquier persona trabajadora a la que critican por usar coche, en toda su vida entera.
No ponen el foco en lo estructural ni en los problemas importantes que genera el sistema capitalista, que destruyen en este caso el ecosistema. Les interesa transmitir el término “ecoansiedad”. Pero si no lo hacen, no son protagonistas ni nuevos “influencers”.
Cualquier lucha que se genere en el mundo pasa por la de clases. Cualquier opresión también. Si se separa, es una ficción. Es una ventaja para el sistema dominante. Sin socialismo no hay animalismo, ni feminismo ni ecologismo ni ningún “ismo”.
Fidel, en palabras de Jorge Lezcano, tenía un concepto del Partido “como el alma revolucionaria del pueblo”. Si las vanguardias se separan de él, si los intelectuales se olvidan de las clases trabajadoras que producen la riqueza y el capital, realmente no tienen ningún interés en la justicia social y no tiene ningún sentido que se autoproclamen como izquierda.
Lenin, quien hizo real el socialismo teórico de Marx, ya siendo líder y aclamado por las masas en la antigua URSS, nunca perdió el contacto con los trabajadores ni dejó de profesarles su respeto. Jamás toleró que nadie tratara a las masas con altivez. Tenía fe en ellas, en su iniciativa y en su fuerza creadora según nos relata posteriormente Boris Polevoi.
La gran virtud que tuvo siempre es que enseñaba y aprendía del pueblo.
Se interesaba en conocer las aspiraciones sociales y personales de los trabajadores cuando visitaba sus centros de trabajo.
¿Y qué tal las mujeres? ¿Las agobia la casa? Supongo que leen y estudian.
Se le escuchó decir según Polevoi en una visita a unos delegados obreros.
No se le escapaba un detalle.
En otra ocasión, hablando con un hombre, observó que no paraba de tocarse las gafas que llevaba y que el mismo miraba con vergüenza la montura vieja y deteriorada. Minutos después del encuentro, Lenin escribía una nota al comisario del pueblo de Protección de Salud Pública, Semaschko, “rogándole encarecidamente conseguirle unas gafas buenas al campesino trabajador Iván Afamasievich y que le informasen de si la misión se había logrado.
Esta es la izquierda y los líderes que necesita el mundo occidental.
La de Lenin y la de Fidel.
ANA HURTADO