Una nueva versión de reformas tributarias, motivó la reactivación de las protestas en Colombia. Los activistas aseguran que no abandonarán las calles hasta que haya «respuestas sustantivas».
En las últimas jornadas, la violencia del estado contra la manifestación popular, dejó un saldo de cientos de fallecidos y miles de desaparecidos.
Ariel Ávila, subdirector del grupo de investigación de la Fundación Paz y Reconciliación, dijo a la Voz de América que las protestas han continuado porque persisten los problemas de fondo que alimentan el descontento en Colombia.
«Han logrado cosas importantes, pero los problemas estructurales no se han ido», dijo Ávila. «Pero la gente está protestando porque no hay comida, la gente está marchando porque no hay trabajo. Eso no ha cambiado».
Ese descontento solo se agravó en la pandemia a medida que la pobreza, el desempleo, la violencia rural y la polarización política aumentaron en todos los ámbitos, lo que llevó a las protestas de este año.
Los problemas estructurales de Colombia
El principal problema del país sureño radica en la dependencia económica de un negocio ilegal: el narcotráfico.
Al menos el 3% del PIB colombiano se ve impactado por las actividades asociadas al tráfico de estupefacientes, lo que implica una complicada dependencia del Estado a este negocio que, como afirma Javier Zetien:
«El narcotráfico juega un papel muy importante en la economía de Colombia. La economía de la droga conecta la producción, la comercialización y las finanzas en una oscurecida red que hace caso omiso de las fronteras nacionales, y que se extiende a todos los continentes».
El resultado, es un país dominado por la violencia. Un Estado que crea cuerpos paramilitares para la protección de un negocio ilegal, que usa a su fuerza armada para contener al pueblo y está dominado por las élites económicas, que dependen del lucrativo negocio.
Así, vivir en Colombia significa ser cohabitar en un modelo que impone y naturaliza la convivencia con las mafias internacionales.
Esta situación ha colmado a la población, en especial los más jóvenes, quienes hoy protagonizan las acciones de calle, pagando con sus vidas la osadía.
¿Qué le queda a la juventud colombiana?
Las alternativas a la actual situación se ven distantes. Primero, porque el Estado colombiano está custodiado por sus verdugos, lo que impide la posibilidad de reformas serias, estructurales a la actual situación.
Desmontar la dependencia económica del país al narcotráfico, como asunto fundamental para la paz, costará años y no será de manera pacífica.
Sin embargo, sólo la determinación de su pueblo y la consecuencia electoral de esta voluntad, podría iniciar el camino hacia la refundación del país. El plan debe contemplar el desmontaje de la penetración del narcotráfico en todos los estamentos de la nación, así como la limpieza del aparato de justicia, hoy amordazado por el crimen organizado.
Las vacunas o las amenazas de muerte, son el día a día del sistema social y de justicia colombiano, con sus repercusiones culturales y sociales.
Se trata pues de una cirugía social, política y económica que sólo un pueblo convencido y un nuevo protagonismo político, podrá llevar adelante.