La noticia más importante de hoy para nosotros es que miles de venezolanos emigrados están volviendo al país. Lo hacen en el marco de la emergencia global que sacude al mundo. Se vienen por tierra desde Ecuador, Perú y Colombia, huyendo de la crisis sanitaria, de la crisis económica que esta impulsa y de la xenofobia que se exacerba en medio del pánico. Están huyendo de la muerte.
Lamentablemente, no causa sorpresa que en ese espacio esquizofrénico que son las redes sociales exista una tendencia a rechazar esta vuelta, incluso a insultar a los que vuelven. Unos dicen que no tienen que volver porque “aquí es peor”. Esos son los que viven sintiendo que su propio país “siempre es peor”. No ven que en esos países la muerte está en la calle, mientras aquí, al menos, buscamos resolver en familia y en comunidad.
Pero también hay cierto sector del chavismo, que se vuelve tan insoportable como los “trolls” fascistas del antichavismo. Vomitan insensatez, tontería y estupidez con comentarios “irónicos” y pretensiones de superioridad moral de quienes nos quedamos. Como si la gente que se fue y ahora regresa lo hace por gusto. Se fueron huyendo de la dura crisis, que es una realidad. Y vuelven huyendo de otra durísima realidad.
Además, hay un asunto de clase. Atacan a quienes se fueron y vuelven caminando o en autobús, porque son los más visibles. Pero son los que peor la han llevado. Quienes vuelven en avión muchas veces son recibidos con lágrimas y brazos abiertos. Me parece que hay mucho que reflexionar aquí.
Por supuesto que es delicada esta situación. La crisis económica, que antecede al coronavirus y con él cobra una dimensión superior a cualquier alarma, crecerá aún más con la presión de quienes regresan. Ya no mandan remesas, ahora vienen a compartir la necesidad. Y es responsabilidad de todos asumir lo que esto significa.