Venezuela: Guerra Cognitiva y Salud Mental Colectiva | Por: Dr. Gerardo Sánchez R.

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“Es tan criminal hacer una guerra evitable, como dejar de hacer una guerra inevitable”. José Martí

En Venezuela estamos en guerra, no debemos perder de vista este factor fundamental sin el cual erraríamos en cualquier tipo de análisis. Una guerra híbrida, no convencional, psicológica, cognitiva; califiquémosla con los adjetivos que sea necesario, con tal y concienticemos está condición material y analítica fundamental. Estamos en guerra y hasta ahora se ha logrado evitar que está guerra escale a un conflicto armado convencional con las ineludibles tragedias que está circunstancia genera.

Sobre ese tema de Venezuela y la guerra, hace pocos días estuve conversando con un buen camarada, muy crítico del Proceso Bolivariano, y me decía, que: podremos cuestionar a este gobierno de Nicolás Maduro, en todos los frentes; económico, social, político pero lo que nunca se podrá ocultar a los venezolanos, al mundo, ni a la historia que se escribirá, es que este gobierno, enfrentándose con inconmensurables enemigos externos e internos, ha garantizado la paz de este país y muy posiblemente del continente, en la última década.

Es en este punto, que la frase de Martí adquiere dimensiones no solo éticas sino también reales y prácticas en torno a nuestra coyuntura actual, en el marco del conflicto geopolítico mundial. Hasta ahora la Revolución bolivariana (primero con Chávez y ahora con Maduro) ha manejado con tal destreza su posición estratégica en el continente y el mundo, que ha sorteado las guerras evitables, ahorrándole al país y a nuestro pueblo grandes sufrimientos, pero además, ha mantenido la autonomía y soberanía necesaria para que el enemigo imperialista pueda entender que no se dudara cuando llegue el momento de defender la patria, al continente y la vida de nuestra gente, si se nos plantearan guerras inevitables.

Y aunque aún tenemos muchas batallas por librar y es imposibles predecir el futuro, si la historia es justa (que casi nunca lo es) recordará al Presidente Maduro y a todos los que aquí estuvimos en la misma batalla, como los defensores de la paz de Venezuela, de la paz Americana, y fundadores del nuevo proyecto de unidad Bolivariana.

Más allá de esta victoria parcial de la paz, que ha consistido en evitar la guerra total que se ha promovido desde el imperio norteamericano (con el apoyo de un grupo de traidores que ya ni merecerían llamarse venezolanos), ineludiblemente todos hemos sido víctimas, de alguna manera, de las nuevas formas y escenarios de confrontación militar que han surgiendo en el siglo XXI, y que han convertido nuestra mente, nuestra subjetividad, en una pieza más de la estrategia militar imperialista de neo-colonización.

Esta estrategia del imperialismo anglosajón, en términos geopolíticos, siempre ha consistido en propiciar la división y balcanización de Nuestra América, haciendo imposible hasta ahora el proyecto de unidad Bolivariana; pero también busca construir divisiones internas entre los habitantes de un país con el propósito de impedir la unidad nacional frente a los enemigos externos.

La polarización inducida en la sociedad venezolana, llevada hasta el extremo de que existen, ya de hecho, personas dispuestas a matar o a no importarles que otros maten a sus adversarios políticos, así estos sean familia, vecinos o amigos (un hecho que quedó en evidencia en los escenarios poselectorales del 28 de julio) es un indicador inequívoco de los efectos destructivos de esta maniobra bélica.

Que además se ha visto apuntalada por la separación de las familias por medio de oleadas migratorias fabricadas a través de sanciones y bloqueos económicos, la dilución de la identidad cultural nacional y patriótica en las fábricas de desmemorias y olvidos, en que se han transformado las redes sociales de internet, en las cuales habitamos la mayor parte de nuestra vida cognitiva.

Todas estas acciones bélicas, han dejado, y siguen dejando, grandes heridas en el tejido social de la nación y la salud mental de nuestro pueblo. Es necesario comenzar a curar las heridas de la guerra, disponernos a la reconstitución del tejido social y político de la nación a través de la construcción de una nueva arquitectura del poder que se funde en el tejido comunal y comunitario, enraizado en nuestras memorias colectivas populares y la solidaridad familiar que nos distingue.

Proponernos lograr la soberanía cognitiva, que consiste en desarrollar el proceso de construcción de una portentosa capacidad de generación creativa de conocimiento, de ciencia y tecnología, que garanticen la soberanía e independencia, en la educación en todos los niveles y en los nuevos espacios de construcción de la subjetividad, como lo son las redes sociales de internet.

Frente a la polarización falsa y belicista que se intenta imponer a los venezolanos, dividiéndonos, fraccionándonos; frente a la balcanización de nuestra identidad nacional, social y política, frente al miedo y al odio que se nos intenta imponer como agenda ineludible. El camino que nos toca construir, es el del amor, el amor a la patria, encarnado en el amor a la familia, al vecino, a los amigos, a la comunidad; es el camino de la unidad de la nación, el de la unidad de Nuestra América, sostenida por el proyecto Bolivariano que el comandante Chaves legó a nuestro pueblo para señalarle su destino en el siglo XXI.

Y así como abrí, cierro con Martí, cuando decía:

El amor, madre, a la patria
No es el amor ridículo a la tierra,
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas;
Es el odio invencible a quien la oprime,
Es el rencor eterno a quien la ataca;
Y tal amor despierta en nuestro pecho
el mundo de recuerdos que nos llama
a la vida otra vez…

 

Gerardo Sánchez Ramírez

Psicólogo


 

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