La delegación de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lanzó una enérgica denuncia: las guerras, los bloqueos y la ocupación de territorios no solo provocan un inmenso sufrimiento humano, sino que amenazan directamente la diversidad cultural global.
La consejera de la delegación venezolana, Nelly Carrillo, advirtió sobre la «devastación cultural que la nueva presión del Estado genocida de Israel, con el apoyo de sus aliados, ejerce contra el Estado de Palestina», calificándola como un peligro mundial que busca una nueva forma de colonización cultural. Esta postura firme subraya la preocupación de Venezuela por la integridad del patrimonio cultural frente a las agresiones.
Carrillo recordó a la Asamblea que la Convención de 2005 de la Unesco establece explícitamente que «la diversidad cultural es patrimonio común de la humanidad y que debe protegerse no solo en contextos de paz, dignidad y libertad».
Este principio fundamental, afirmó, cobra mayor relevancia en un escenario donde la agresión militar y las políticas de ocupación buscan silenciar expresiones culturales y anular identidades. La diplomática venezolana destacó cómo, a pesar de los marcos legales internacionales, la realidad en muchas regiones del mundo dista mucho de los ideales de protección cultural. Por ello, Venezuela exige una acción más contundente de la comunidad internacional para salvaguardar estos valores esenciales.
Además, la consejera venezolana denunció el silenciamiento sistemático de voces culturales en regiones sometidas a bombardeos de ocupación. En estos lugares, artistas, intelectuales y creadores, predominantemente mujeres y jóvenes, enfrentan asesinatos, desplazamientos forzados o censura. Esta represión, señaló Carrillo, constituye un ataque directo a la libre expresión y a la riqueza cultural de la humanidad. Estas prácticas buscan erradicar las narrativas y expresiones propias de los pueblos, imponiendo una única visión cultural, a menudo alineada con los intereses de las potencias ocupantes. La delegación venezolana insistió en la necesidad de visibilizar estas atrocidades y de tomar medidas concretas para detenerlas.
La diplomática ilustró su punto con el caso trágico de Parnia Abasi, una artista iraní de 23 años, quien perdió la vida junto a su familia en un ataque aéreo en Teherán, Irán. “Su vida, dedicada a la palabra y a la creación, fue truncada en un acto de violencia cuyo costo simbólico también resulta incalculable”, afirmó Carrillo ante la Asamblea, visiblemente conmovida. Este ejemplo concreto resalta la brutalidad de la guerra y cómo afecta directamente a las personas, a sus talentos y a la expresión de sus identidades culturales. La muerte de Abasi simboliza la pérdida inmensurable de potencial creativo y la aniquilación de la diversidad de pensamiento.
Venezuela solicitó con firmeza que la Unesco incluya en su informe final una mención clara a la guerra, las sanciones y la colonización como “amenazas directas contra la diversidad de las expresiones culturales”. Esta petición busca formalizar el reconocimiento de estos factores como agentes destructivos de la cultura y la identidad. La delegación enfatizó que, sin un reconocimiento explícito, resulta imposible desarrollar políticas y estrategias efectivas para contrarrestar estas amenazas. La postura venezolana reafirma su compromiso con la defensa de la diversidad cultural, considerándola un pilar fundamental para la paz y el desarrollo global.
La delegación de Venezuela ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) denunció que las guerras, los bloqueos y la ocupación de territorios no solo causan sufrimiento humano, sino que amenazan directamente la diversidad cultural del mundo.
