Utopía y distopía del salario justo | Por: Werther Sandoval

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La subyacente tesis de que habrá justicia para los trabajadores cuando reciban el pago de un justo salario, arrastra implícita una cualidad que por naturaleza y génesis jamás ostentará un medio tan deshumanizante como el dinero.

El capitalismo vive de la escasez y ha logrado un desarrollo de las fuerzas productivas nunca antes visto en la historia para generar escasez, pues bajo su lógica los bienes y servicios solo adquieren valor monetario si son lo pertinentemente escasos para asignarles precios dinerarios generadores de ganancias. Su teorema es hacer escaso lo necesario.

La paradójica y contradictoria realidad se manifiesta en que a medida que el producto o servicio se hace abundante y accesible, y su creciente oferta va inhibiendo fijarle un precio que reporte la plusvalía anhelada, la ideología de la máxima ganancia al menor costo en el menor tiempo posible pone en marcha mecanismos productivos y culturales que lo hagan necesario y escaso, en una medida cuantificable de dinero que retribuya ganancia. O lo elimina.

Recurrente son las crisis económicas generadas por la «sobreproducción», las cuales desembocan en estrategias de cualquier índole, desde hollywoodenses hasta militares, orientadas a la apertura de mercados en cualquier lugar del mundo donde sea posible transformar en dinero los bienes y servicios producidos.

La búsqueda de mercados tiene su origen en que el vertiginoso avance de la ciencia y la tecnología ha imprimido una velocidad a la producción de los bienes y servicios; mayor a la generación de consumidores con suficiente poder de compra para darle valores monetarios que retribuyan las ganancias deseadas a esos mismos bienes y servicios.

Estados Unidos tiene 330 millones de habitantes y produce suficiente para alimentar 1.000 millones. Aun así, la pobreza alcanza 13%; hay mendicidad y familias que viven en las calles. La falta de empleos formales y los niveles de precios hacen que esos alimentos sean escasos para ellos.

Ahora bien, la lucha por un salario que signifique un apropiado poder adquisitivo para el trabajador, como justa retribución capaz de satisfacer la compra y consumo de los bienes y servicios básicos; parte de la falsa presunción de que en la sociedad de la escasez hay suficientes bienes y servicios para satisfacer la demanda de los trabajadores con sus respectivos salarios.

Incluso, en una sociedad en la cual hubiese baja inflación y los trabajadores gozaran de estar apropiadamente remunerados; tal condición existiría porque hay una masa desempleada que, por carecer de salario y por tanto de poder de compra, bajo la lógica aquí expuesta hace posible que esos trabajadores compren; pues esos desempleados no tienen capacidad para quitar de los anaqueles los bienes y servicios que sí pueden comprar esos trabajadores.

La razón es que los bienes y servicios son producidos para ser comprados solo por aquellos que puedan comprarlos; que con sus salarios y el acto de compra legitiman el precio fijado por el aparato de producción capitalista. La sociedad les asigna a los desempleados la tarea de quedarse en las afueras de la fábrica y del supermercado. Garantizando que los trabajadores no alcancen salarios que afecten las ganancias del capitalista; y preservando con su nulo poder de compra el nivel de escasez adecuado para fijar valores dinerarios generadores de ganancias.

En otras palabras, si los trabajadores se sienten satisfechos; y hasta llegasen a considerar que viven felices porque lograron con sus luchas un salario que les otorga un aceptable poder adquisitivo; estarían legitimando la sociedad de la escasez y de los desempleados.

El enfoque pide darle un viraje cultural al propósito hasta ahora dominante en el trabajo, cualidad profunda; y exclusivamente humana contradictoriamente retribuida con el medio más deshumanizante el dinero. Hay que buscar la mayor diversidad posible de formas organizativas que prioricen, por encima del salario, producir bienes y servicios básicos. Al incrementarse la oferta irá mermando la acumulación y uso del dinero y con él la esclavizada búsqueda del históricamente ansiado justo salario.

A medida que la sociedad satisfaga sus necesidades básicas, se irán creando las condiciones intelectuales y científicas para generar, en el orden de importancia debida; la suficiente oferta del resto de los bienes y servicios pedidos por la misma sociedad.

Dentro de estas perspectivas, la ardua y nada sencilla tarea de los trabajadores es articular y poner los fines productivos delante del salario; lo cual amerita crear conciencia política y ética para elevar de manera eficiente y honesta la producción de sus organizaciones y las del Estado. Producir para todos por encima de justos salarios para pocos.

Veámoslo así. En vez de llamar a una huelga general por mayores salarios, que los trabajadores se tracen el propósito de subir el poder adquisitivo de sus ingresos; mediante convocatorias a los patronos a expandir sus industrias crear más y nuevos empleos; y la  petición a la masa trabajadora de   incrementar la producción, de tal manera que haya  elevación de la oferta y se propicie la reducción de los precios; unida a la exigencia a los empresarios de bajar también los precios de los bienes y servicios producidos por las empresas donde laboran.

Y así, en la medida que el dinero pierda su fetichista valor, la verdadera lucha de los trabajadores deja de ser el salario; para saltar a un nivel superior de creación y participación en el manejo de empresas, reformulación de organizaciones y de formulación de mecanismos informativos; y de vías expeditas que faciliten y procuren a todos en la sociedad el acceso a esos bienes y servicios. Arribado a esa etapa, la lucha por salarios comenzará a ser parte de la prehistoria de las relaciones laborales.

 

WERTHER SANDOVAL

Profesor universitario

Utopía y distopía del salario justo | Por: Werther Sandoval

Publicado en ÚN.


 

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