Una política para la ternura | Por: Carolys Helena Pérez González

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Una política para la ternura | Por: Carolys Helena Pérez González

El poeta español Antonio Machado señala en uno de sus versos: “Todo lo que se ignora, se desprecia”, pasando por cada una de estas palabras vengo reflexionando desde hace algunas semanas. Especialmente, porque ante un nuevo año lleno de retos en lo social, en lo emocional – y con esto no solo me refiero a lo personal, si no en el campo de la emoción colectiva –  percibo la densa necesidad de la construcción de un discurso político que retorne a la ternura.

El contexto emocional que inició en diciembre del año 2019 con las primeras noticias respecto a una pandemia que por sus magnitudes pudiera colocar al mundo en jaque se expandió a lo largo del 2020 y el 2021.

Este contexto evidenció dos elementos trascendentales para la comprensión del entorno social. El primero: la necesidad de una educación económica que supera al concepto de educación financiera – pero de esto podemos hablar luego- y en segunda instancia, pero no en menor importancia, la urgente necesidad de educación emocional para todas y todos.

Suele ocurrir que el campo de lo político se corra el riesgo de asumir fuertes prejuicios respecto a la relevancia de las emociones, de la sensibilidad, partiendo del concepto de que la política se basa en las razones y que las emociones distraen, porque lo emocional tiene el tiempo de vigencia de una ‘historia’ en Instagram.

Sin embargo ante la aceleración exacerbada de la sensibilidad asintomática, resulta evidente la necesidad de comprensión de una nueva forma de comunicar el hecho político con una perspectiva empática, porque en tiempos de confinamiento lo que era aparentemente local y personal adquirió una nueva relevancia, en consonancia con lo expresado por las feministas “lo personal es político” que nos trajo a una “nueva normalidad”.

Ignorar este contexto, caracterizado por la fuerza y el papel que representan los sentimientos y las emociones que construyen la narrativa colectiva y con ella, el reforzamiento de la convicción revolucionaria, nos haría entrar en un campo de inestabilidad emocional que nos alejaría de lo que hoy nos trajo como movimiento y fuerza política a estar aquí, pues en medio de nuestras agendas dirigidas hacia lo macro, es necesario virar el timón nuevamente hacia lo micro, ese universo que desde su núcleo mantendrá la cabeza erguida para reivindicar su espacio en el discurso público.

La clave para el cambio social que proyectamos desde el inicio de la Revolución Bolivariana es la comprensión de que además de la ideología se refuerce la permanencia de la empatía emocional, física, afectiva y de los hábitos, sin perder de vista el paso firme y la consistencia de nuestra palabra, o en palabras del Ché Guevara “endurecernos sin perder la ternura”.

¡Venceremos! ¡Palabra de Mujer!

 

CAROLYS H. PÉREZ G.

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