Un asilo que provoca: La gira de González Urrutia y el desafío a la diplomacia bolivariana | Por: Roberto Luis Naranjo Rodríguez
La reciente gira internacional de Edmundo González Urrutia, tras recibir asilo político en España, no es un simple acto de libertad de movimiento; es una estrategia cuidadosamente orquestada para desestabilizar a Venezuela y promover una narrativa de deslegitimación contra el gobierno bolivariano. Este evento pone en tela de juicio no solo el uso político del asilo, sino también el papel de ciertos Estados en el escenario internacional al permitir acciones que vulneran la soberanía de otros países. Para Venezuela, esto representa una provocación que exige una respuesta diplomática firme, estratégica y alineada con los valores fundamentales de la revolución bolivariana.
El asilo político, históricamente concebido como un recurso humanitario para proteger a quienes enfrentan persecución real, se ha convertido en este caso en una herramienta de confrontación política. España, al otorgar refugio a González Urrutia, no solo toma partido de manera implícita, sino que permite que su territorio sea utilizado como plataforma para actividades que buscan erosionar la legitimidad de un gobierno soberano. La gira del excandidato, cargada de discursos de denuncia y alianzas mediáticas, busca socavar los esfuerzos de Venezuela por consolidar su estabilidad interna y su posición en el sistema internacional.
Desde la perspectiva de la diplomacia bolivariana, este episodio no puede ser ignorado. Venezuela debe denunciar enérgicamente el uso indebido del asilo político como mecanismo para promover agendas hostiles y desestabilizadoras. Esta denuncia debe ir acompañada de una campaña internacional que resalte las contradicciones de los Estados que, por un lado, se presentan como defensores del derecho internacional y, por otro, participan activamente en acciones que vulneran la soberanía de otros países. Al mismo tiempo, es imperativo que Venezuela fortalezca su narrativa oficial, destacando los logros sociales y políticos alcanzados en medio de enormes desafíos, como las medidas coercitivas unilaterales y los intentos de desestabilización interna y externa.
La respuesta diplomática venezolana debe incluir un replanteamiento de sus relaciones con España, siempre desde una postura de respeto mutuo pero dejando claro que no se tolerará la utilización de terceros países para atacar al Estado venezolano. Además, es fundamental activar alianzas estratégicas en el ámbito regional y global, consolidando un frente de apoyo que desmantele la narrativa hostil promovida por González Urrutia y sus aliados. La solidaridad con los pueblos y gobiernos que defienden los principios de soberanía y autodeterminación debe ser el pilar de esta estrategia.
Lejos de debilitar a Venezuela, este desafío puede convertirse en una oportunidad para demostrar la fortaleza de la diplomacia bolivariana. La revolución bolivariana no solo resistirá, sino que continuará avanzando en la construcción de un modelo alternativo basado en la justicia, la independencia y la igualdad entre los pueblos. Ante esta provocación, Venezuela debe reafirmar que no se arrodillará ante las maniobras de aquellos que buscan imponer agendas hegemónicas. En este contexto, la gira de González Urrutia no es más que una muestra de la desesperación de quienes ven en la diplomacia bolivariana una amenaza real a sus intereses. El pueblo y el gobierno venezolano responderán, como siempre, con dignidad y firmeza, demostrando al mundo que la soberanía no se negocia ni se somete a intereses foráneos.
Roberto Luis Naranjo Rodríguez
ÚN.