Venezuela es un termómetro ideal para detectar agua tibia. Bachelet, Alberto Fernández, Boric, Petro, Pepe Mujica, Camila Vallejo, la comunista más bella del mundo.
Ser medio revolucionario
es como estar medio preñada.
Ser o no ser, dijo aquel.
Alertas tempranas. Parten de la premisa perversamente ingenua de que la burguesía perdona. Tiene siglos gobernando porque nunca nunca nunca ha perdonado. No sé cuántos comunistas mató Rómulo Betancourt buscando ese perdón de hijo pródigo y no lo consiguió. Es la maldición de la conversión, porque la fe abandonada persigue hasta la eternidad. Pasan la vida pidiendo perdón arrodillándose en cada esquina. No sé si se arrepienten por haber sido de izquierda o por arrepentirse. No me importa pero para nada, lo que sí sé es que sufren mucho y sufren todo el tiempo. Debe ser horrible porque no se les quiere ni aquí ni allá y siempre vivirá rodeada de gente igualmente traidora.
La politología deberá dedicar un capítulo particular al papel de Venezuela en todas las campañas electorales del mundo. Hasta en los Estados Unidos fue central. He aquí el resumen de las campañas electorales: “Venezuela, Venezuela, Venezuela”.
Cuando la izquierda cobarde siente miedo habla mal de Venezuela. Repite como cotorra, sin pruebas, la cantinela de los medios prepago: Maduro ganó con fffRRRaude. Maduro viola los derechos humanos. La crisis económica de Venezuela es culpa de Maduro. Hasta Pablo Iglesias cayó en eso cuando dijo que los líderes ideales para Venezuela debían ser López y Capriles. Afortunadamente después se dejó de eso. Será que descubrió que ese amago no le bastó para que el franquismo lo perdonara porque lo acosó hasta la puerta de su casa, con sus niños dentro. Ah, porque la burguesía no respeta ni a la prole. Siempre serás descendiente de comunista. Creo que enderezó el rumbo pero no le quito el ojo de encima, porque ya le vi el celaje. En cualquier momento ¡ñas! suelta el lagañazo.
Lo peor que tiene esa gente es que lo único valioso lo consigue cuando es de izquierda, cuando se pasa para el otro lado pierde toda inspiración y se vuelve babieca y rutinaria.
Sí, es triste porque no me pude alegrar el domingo. Pocas veces he deseado tanto estar equivocado.
ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA
@rhm1947
Fuente: ÚN.