Terrorismo cambiario: de la «mano invisible» a la «mano pelúa» que dispara el precio del dólar

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El dólar esta semana ha rebasado la barrera de los 600 mil bolívares. Lo hace en un contexto de campaña electoral, es decir, cuando estamos en la recta final de las cruciales elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2020. Si vemos que la oposición radical nuevamente ha encajado sendas derrotas en lo político, sería muy cándido pensar que semejante cotización cambiaria sea producto de la célebre «mano invisible», que preconizaba Adam Smith hace casi 250 años.

Detrás del «brinco rabioso», en la paridad cambiaria, más que una «mano invisible», parece haber una «mano pelúa» empresarial. Este grupo privilegiado, una vez más, cae rendido ante las tentaciones del golpismo y el parasitismo. Lo más absurdo es que, incluso desde la óptica más liberal, semejante incremento es a todas luces especulativo y, porque no decirlo, criminal.

¿Cómo se explica?

De lo contrario cómo entender que en un escenario donde el precio del dólar se desprende del libre juego de la oferta y la demanda, haya habido aumentos tan marcados.  En poco menos de una semana, la cotización del tipo de cambio ha experimentado un salto de entre 100 mil y 140 mil bolívares. Es evidente que no estamos frente a variables económicas para determinar la formación de precios.

Lo que priva, más bien, es una perversa y macabra lógica especulativa, cuyo interés es de doble propósito: 1) por un lado multiplicar como por arte de magia las ganancias contables. Y 2) por el otro hacer daño políticamente aumentado las penalidades para el ciudadano de a pie.

Y decimos que la mano pelúa empresarial sucumbe nuevamente al parasitismo, porque en un escenario de libertades cambiarias los peces gordos siguen manteniendo sus capitales en el exterior. Un dinero que por cierto en la gran mayoría de las casos es producto de la extracción de recursos al Estado venezolano por diversas vías.

Reseteo empresarial

Producto del bloqueo criminal, las instituciones venezolanas se han visto limitadas casi a cero en su margen de maniobra para hacer contrapeso de política monetaria. Esto mediante la colocación del consabido «dinero fresco» en los corros de operaciones cambiarias. No obstante la godarria, de viejo y nuevo cuño, se cierra hermética. No le apuestan al país, nunca lo han hecho.

Esta crisis inducida tiene que servir para echar las bases de una nueva economía productiva, mucho menos dependiente de las importaciones. Pero también tiene que ser el punto de partida para «resetearnos» de tanto parasitismo empresarial. Una nueva clase realmente productiva de pequeños y medianos empresarios tiene que emerger en el país.

Las votaciones del 6 de diciembre representan una compuerta amplia, para consolidar las bases de estabilidad política. Sólo así tendremos el piso necesario para emprender ese urgente proceso de necesaria transformación económica. También le cerraríamos definitivamente la puerta en la cara al terrorismo cambiario y a sus manos pelúas del dólar guarimbero.

 

 


 

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