En Venezuela estamos ante una sorprendente Navidad de calle, de alegría y luces multicolores en cualquier ciudad del país, de gaitas, aguinaldos y parrandas con esa calidez propia de los venezolanos, a pesar de una tensión política, ya cansona, creada por opositores de ultraderecha cobijados por la mentira allá en Miami, Madrid y Bogotá, quienes pretenden juramentar un presidente de la República el próximo 10 de enero distinto al proclamado por el CNE y ratificado por el Tribunal Supremo de Justicia, lo que contrasta con el entusiasmo y ese comportamiento de indiferencia de la gente en la calle ante la diatriba de la oposición extremista que amenaza y genera falsas expectativas con motivo del 10 de enero del próximo año. Es algo que no se entiende de estos opositores porque la gente en la calle no está reclamando la juramentación de González Urrutia, quien salió del país, no defendió sus votos ante la Sala Electoral ni tampoco impugnó los resultados electorales. La gente está viviendo su Navidad, apartó a un lado el enfrentamiento político, y llena las calles para bailar, divertirse, como sucede en municipios como Chacao donde pude observar cuadras repletas de personas bailando y disfrutando de la actuación de grupos musicales.
Pero de esta Navidad no se dan cuenta esos sectores de oposición que quieren tomar el poder por la fuerza. No dejan de atemorizar. Quieren llevarnos al caos y crean una farsa de juramentación para una Navidad expectante, que nos coloque en situación de espera de lo impredecible, de la malicia, de la agresión diplomática con gobiernos que no reconozcan al nuestro y hasta con amenazas de intervención militar a nuestro territorio.
Repito lo que siempre he dicho en situaciones como ésta, pues, no es la primea vez en que tratan de impedir que la gente viva su Navidad. Entonces les digo que es el momento de darle intermisión por unos días a la fatiga política. Vamos a un reposo, pero en ambiente navideño. Disfrutemos estos momentos de alegría, propios de la Navidad venezolana, de hallacas y pan de jamón; de pernil y tortas caseras; de parrandas, gaitas y aguinaldos. Vamos a reencontrarnos en familia con nuestros hijos y con nuestros nietos, con los hermanos, con el amigo y con el vecino. Seamos partícipes de un tiempo en una dimensión espiritual de convivir todos en amistad y paz. Más aún, ahora, con esta sorprendente Navidad de calle.