Sobre las “megaelecciones” en Venezuela | Por: Geraldina Colotti
Se sabe, o se debe saber, que para brindar información correcta es necesario partir de los hechos. Sabemos, o deberíamos saber, que el ángulo desde el que miramos los hechos puede orientar su presentación y juicio, ya que el enfrentamiento de intereses que determina la lucha de clases es también un choque de concepciones. Se sabe, o debería saberse, que la gran concentración monopolística a nivel económico produce una concentración monopolística similar a nivel mediático, haciendo de la información también una mercancía valorada según su comerciabilidad en el mercado global.
Las guerras económicas y las agresiones militares – guerras de cuarta o quinta generación con su conjunto de golpes institucionales, lawfare y “revoluciones de color” – de hecho, tienen su equivalente mediático, que funciona como un bulldozer o una tapadera. Una premisa necesaria para hablar de Venezuela, que ha decidido emprender el camino de la transición al socialismo debilitando al Estado burgués desde adentro y para desmentir el mantra según el cual no hay alternativas al modelo capitalista. Un modelo que prevalece a nivel mundial, aunque en una crisis sistémica.
En este caso, los hechos dicen que, el próximo 21 de noviembre, Venezuela -que desde 1998, cuando Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales, lleva adelante su proceso bolivariano- llegará a la elección número 29. Será un voto para elegir gobernadores y gobernadoras de los 23 estados, alcaldes y alcaldesas de los 335 municipios, concejales y concejalas regionales y municipales, y los de 69 comunidades indígenas. Cabe señalar que la República Bolivariana de Venezuela está compuesta geográficamente por 23 estados más el Distrito capital (que incluye parte de la capital Caracas). Los estados se dividen en municipios, Dependencias Federales (islas, en su mayoría deshabitadas) y Territorios Federales. Venezuela además posee una Zona en Reclamación, el Esequibo.
Las del 21 de noviembre se definen como “megaelecciones”, ya que la autoridad electoral, el CNE, aceptó la solicitud de la oposición de unir las elecciones municipales y regionales en una sola fecha. Por tanto, se elige el mayor número de representantes populares (3.082), cargos para los que se han postulado 70.244 personas: 65.453 para asambleas legislativas y concejos municipales, 4.462 para la alcaldía y 329 para las gobernaciones.
El 49% de las postulaciones está formado por mujeres, mientras que el 50,56 son hombres. Un dato que demuestra la intensa labor del CNE para eliminar la exclusión de género de la sociedad venezolana, que considera la lucha contra el patriarcado como un eje de su sistema de gobierno. Por otro lado, el organismo electoral estuvo presidido durante mucho tiempo por una mayoría de mujeres, que debieron enfrentar reiterados ataques de carácter machista por parte de la derecha. El actual presidente del CNE, el historiador Pedro Calzadilla, también ha relanzado las solicitudes de las feministas venezolanas, a la vanguardia tanto del trabajo legislativo como político y social.
Este no es un asunto de poca importancia. Si, de hecho, como enseña el marxismo, el nivel de libertad y civilización de un país se mide por la condición de la mujer, incluso el del programa y de la propuesta política se mide por el poder efectivo y la presencia del género en los órganos de decisión. Y mientras en el chavismo las mujeres ocupan importantes cargos gubernamentales y dirigen el 80% de las organizaciones de masas, en la derecha rara vez son nominadas y elegidas, y menos aún hay exponentes de la “diversidad sexual”. Un hecho que choca con la retórica de aquellos países capitalistas dispuestos a apoyar un oscuro mascullado “autoproclamado”, que nadie ha elegido, como “presidente interino” de la República, en nombre de la “democracia” y la “libertad” frente al “dictador Maduro”.
Al mismo tiempo, se destaca la falta de propuestas de los distintos componentes de la oposición, tanto en versiones de derecha moderada como de extrema derecha, presentes entre las 42 organizaciones políticas inscritas en el padrón electoral, 37 de las cuales han presentado candidatos para todos los cargos y estarán presentes en más de 13.400 centros de votación. Dividida y pendenciera, la derecha venezolana trata de apropiarse de las temáticas del país ocultando o distorsionando el sentido de su proyecto, que consiste en un retorno al sistema de la IV República, basado en la división del poder entre los grandes grupos dominantes, a sus veces dominados por el imperialismo y desde las grandes instituciones internacionales.
Y así, aquí y allá vemos un candidato volcar conceptos, con discursos vacíos que parecen copiados de un panfleto electoral europeo. Se presentan entonces como “populismo” el poder popular y la democracia participativa y protagónica. Una confusión que sirve para ocultar la lejanía del socialismo bolivariano, que implica y fortalece las decisiones colectivas, del populismo de la derecha europea, que debilita el marco institucional, verticalizando las decisiones políticas detrás de una falsa opción sistémica.
Y así, aquí y allá un candidato incluso llega a proponer “más viviendas para la comunidad”, de cara a la Gran Misión Vivienda creada por Chávez, aún en marcha a pesar del feroz bloqueo. Lástima que una de las primeras decisiones que tomó el parlamento a mayoría opositora, luego de las elecciones de 2015, fuera precisamente distorsionar la Misión Vivienda para devolverla a manos de los grandes grupos inmobiliarios. Incluso la bandera de la “lucha contra la corrupción” está siendo ondeada por una derecha impresentable, que en los últimos años ha tenido el objetivo principal de apoderarse de los recursos del país, según una tendencia inherente al modelo que propone.
Un modelo que se fundamenta en la mayor de las mistificaciones, derivada del encubrimiento del carácter violento inherente a la explotación del trabajo por parte del capital, y del fraude del “ciudadano” que sería igual ante la ley, mientras que su realidad está determinada por la posición que ocupa en la sociedad dividida en clases.
Los 28 procesos electorales celebrados en Venezuela, en cambio, desenmascaran la estafa de la democracia burguesa, tan perfecta y “pacífica” como para ser exportada al sonido de bombas en el sur global. Una “democracia” donde, sin embargo, el pueblo vota, pero no decide. Y, de hecho, la participación electoral disminuye de año en año, pero ningún gran maniobrador soñaría con “desconocer” esas elecciones. Para el chavismo, en cambio, el voto no es un fetiche ni un rito, sino una herramienta para concienciar y organizar a las masas.
La arrogancia colonial, si bien no prevé “observadores” electorales de los países del sur cuando se vota en Norteamerica o en Europa, pretende “legitimar” y “reconocer” qué gobiernos cumplen con los estándares occidentales y cuáles no. Y por tanto es sin duda una muestra de independencia de Venezuela llamar “acompañantes” y no observadores a quienes desean seguir de cerca los procesos electorales.
Varias delegaciones ya están presentes en el país, para constatar la inexpugnabilidad del sistema electoral venezolano, altamente automatizado y sometido a diversas rondas de auditorías públicas, antes, durante y después de la votación. El gobierno bolivariano también ha dirigido la invitación a aquellas instituciones que, como la Unión Europea, no han ocultado sus “simpatías” políticas. Uno de los méritos de la política bolivariana, dirigida por Nicolás Maduro, fue precisamente el de haber logrado desbaratar y minimizar la fuerza de los adversarios imponiendo su propia “diplomacia de paz”.
No es de extrañar que el diálogo en México también con la extrema derecha venezolana, la cara de cartón del imperialismo norteamericano, estuviera en el centro del intento de devolver el conflicto al lecho institucional. Y no es de extrañar que los halcones del Pentágono y sus títeres regionales hayan lanzado contra el diálogo el secuestro del diplomático Alex Saab. El escenario que tienen en mente es siempre el mismo: “reconocer” las elecciones solo en caso de victoria de la derecha, y entre tanto confundir las aguas y las ideas de los más de 21 millones con derecho a voto.
El robo o la distorsión de conceptos sirve para disimular el robo del futuro que reserva el modelo capitalista y para distanciar la simpatía de las clases populares europeas del socialismo. En esto, la burguesía de la vieja Europa y sus perros guardianes son maestros, y la batalla del 21 de noviembre es también una batalla de ideas.
Al respecto, viene a la mente una frase de Séneca, contenida en los escritos sobre la Clemencia, que aún ilumina las consideraciones materialistas necesarias para hacer inteligible a los oprimidos el discurso manipulador y engañoso de los opresores. “Una vez se decretó por votación del Senado que los esclavos debían distinguirse de los líberos por la ropa; pero luego nos dimos cuenta del peligro que nos amenazaría si nuestros esclavos empezaran a contarnos”.
Por otro lado, prosiguió el filósofo neo estoico hace más de 2.000 años, los ciudadanos obedecen más si se gobiernan con mansedumbre, “así como los caballos generosos y nobles se dejan gobernar mejor con un ligero freno, así la inocencia sigue a la Clemencia por su propio impulso, y los ciudadanos creen que merece ser preservada por su propio interés. Por tanto, de esta forma se obtienen mejores resultados”.
Una lección que la burguesía, ante la necesidad de someter al proletariado mediante la explotación del trabajo por el capital, ha aprendido y que, tras la caída de la Unión Soviética, ha comenzado a perfeccionarse para evitar una nueva reanudación del bloque social capaz de enterrarla. La burguesía victoriosa ha impuesto su visión del mundo, induciendo incluso a los dominados a pensar y a pensar a sus mismos según las categorías del “dios mercado”.
Un mercado en el que, en una especie de intercambio “natural” se pone sobre el mismo plan “emprendedores por sí mismos”, ósea proveedores de capital humano, y emprendedores que contratan. Un juego amañado y feroz, en cambio, en el que los primeros pertenecen a la creciente masa de trabajadores precarios, aislados y sin derechos, los segundos al campo de los que tiene el poder de “elegirlos de la manada”, sin garantías y sin contrato, pidiéndoles que estén siempre disponibles, y también agradeciendo el “privilegio” obtenido.
Como ha desaparecido el sentido de pertenencia que derivaba de la gran fábrica, donde la asimetría inherente a la explotación era evidente y donde el argumento para ablandar el conflicto podía, si acaso, provenir de la observación reformista de que, con un buen avance salarial, el trabajador “no estaba tan mal”, en la sociedad fragmentada se ha perdido la “complejidad del trabajo común”. La estafa del “dios mercado” también puede moldear la vida fuera del trabajo de acuerdo con las necesidades de la empresa, manipulando y dividiendo tanto los instintos como las tareas.
Y así, en nombre de la “libertad”, avanzan los nuevos fascismos, el rencor y los conatos corporativos, arremetiendo contra las vacunas y no contra el Estado burgués, que no protege la salud sino los intereses de las empresas. El discurso ladrador de las clases dominantes y sus “perros guardianes” acompaña la presentación de la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los países pertenecientes al G20, el foro que aglutina a las principales economías del mundo. Se celebrará en Roma del 30 al 31 de octubre de 2021, ya que Italia ocupa la presidencia del G20 desde el 1 de diciembre de 2020. Los países del G20 representan el 85% del PIB, el 75% del comercio y el 60% de la población mundial.
Los líderes de los países capitalistas, grandes instituciones internacionales y grandes grupos económicos, responsables de la devastación del planeta, hablarán de “desafíos” e “inclusión” en los temas de la pandemia, el cambio climático, el apoyo a la innovación y la “lucha contra pobreza y desigualdades” en torno al seductor trinomio en inglés, People, Planet, Prosperity. Debemos – dicen – “cuidar el planeta y las personas, asegurando una fuerte recuperación económica que sea a la vez inclusiva y sostenible”.
Un sistema tan “inclusivo” en el que 60 familias poseen la riqueza de todo el planeta. Y aquí vienen las palabras de Séneca sobre el peligro que amenazaría a los gobernantes si los esclavos comenzaran a contarlos y rompieran esa correa “ligera” que los lleva a aceptar su condición de oprimidos.
GERALDINA COLOTTI
Escritora italiana.
Fuente: Nodal.