Sancionado y libre

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La monarquía de Isabel II me acaba de sancionar a través del gobierno súbdito de Canadá. Si digo esto en El Tigrito la carcajada arremolina el viejo río. ¿Qué imperio o reino va a estar castigando a ese guaricho de la acequia? Bueno, aunque les parezca estrambótico, ese país me prohíbe hacer inversiones en su suelo y negocios con sus naturales. ¡Bendito sea Dios, ojalá pudiera yo invertir o negociar con alguien en este perro mundo!

El asunto serviría para darme bomba si no fuera otra cortina de humo de una anunciada intervención militar de mi país. Detrás, no el imperio británico sino el yanqui (¡go home!, sea el que sea). Se me sanciona dizque por perseguir al equipo de Guaidó, censurarlo y agredir a la población civil. No tengo la menor posibilidad de nada de eso, ni lo apoyaría. Se me pudiera acusar entonces de “cómplice” por pertenecer al partido de gobierno. Ocurre que en el PSUV militamos más de cinco millones de almas. No hay cama -o sanciones- para tanta gente.

La monarquía constitucional de Canadá no tiene capacidad para sancionarme, porque yo no la tengo para invertir ni siquiera en Macondo, cuantimás en Ottawa. Ya EEUU me había quitado una visa que no poseo y negado un permiso que jamás he pedido. Por mi manía de fabular, lo único que me atrae de todo esto es su halo surrealista. Me recuerda los cadáveres exquisitos que hacíamos, luego de leer los manifiestos de André Breton. Pero de aquellos envites no entenderán jamás gringos ni canadienses.

Como no persigo, censuro ni reprimo al autoproclamado, concluyo que se me sanciona por escribir. Aquí también el castigo es inocuo. Hice periodismo de lucha y literatura comprometida durante los 40 años del puntofijismo. Ni la persecución y cierre de las publicaciones en las que milité, ni ofertas millonarias de trabajo, me apartaron de mis ideales. No voy a transigir ahora porque se me impida negociar con los súbditos de Isabel II o los tataranietos de Francis Drake.

Las sanciones imperiales no alcanzarán nunca a mi pluma. Aún si gringos y canadienses invadieran mi país y me privaran de la vida o la libertad, mis letras seguirán libres porque, al abrevar en las fuentes del Correo del Orinoco, no son vasallas letras de cambio ni de entrega, únicas que vosotros conocéis.

Publicado en: http://www.ultimasnoticias.com.ve/seccion/opinion/

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