No me vengan a edulcorar la cosa ahora con el término de moda resiliencia. Y lo digo con respeto por el neuro-psiquiatra Cyrulnik, sobre todo por su vivencia personal como víctima del nazismo. Según él la resiliencia es la posibilidad de las personas para superar una desgracia, una situación adversa o un trauma y salir de ella fortalecida. En cambio, la resistencia es la capacidad de enfrentar el trauma y superarlo, para lo cual se necesitan un conjunto de condiciones previas para hacerlo.
Según, el término viene de la física y alude a la característica que tienen algunos materiales de volver a su forma original después de ser sometidos a fuerzas que le obligan a cambiar o deformarse.
“Los resilientes tienen la capacidad de adaptarse de forma positiva y flexible a situaciones adversas, y desarrollarse psicológicamente sanos y socialmente exitosos.” Afirma un vulgarizador de la teoría.
Como tenemos esa tendencia de usar los términos de una disciplina y una realidad para tratar de entender otras muy diferentes, me preocupa que empecemos a denominar “Resiliencia Indígena” a ese proceso de más de 500 años que han protagonizado nuestros pueblos indígenas frente a la permanente condición adversa que han tenido que sufrir. Violencia, despojo, maltrato, discriminación y opresión. Al igual que el pueblo afro.
Porque es un camino que no llevará rapidito (como ya sucede) a una explicación donde las víctimas son sus propios victimarios. Ya que ni afros, ni indígenas han sido capaces de adaptarse flexiblemente a la adversidad y ser una “gente exitosa”. Tampoco han sido capaces de superar el trauma de la servidumbre y la esclavitud. La permanencia en condiciones de vida precarias se debe a unas élites corruptas y una población incapaz, biológica y culturalmente, de desarrollarse. En nada influyen el extractivismo, el coloniaje, el racismo y el poder corruptor de los opresores imperiales. La resiliencia en nosotros sería vivir en La cabaña del Tío Tom. Aceptar las condiciones adversas como un asunto natural, estar en el infierno y estar gozando.
Hace 31 años un hombre de boina roja, en Venezuela, se rebeló y resistió por la dignidad de un pueblo. Hace poco, un joven boina roja, desde la madre África se preguntó por las causas de la pobreza en una tierra tan rica y proclamó la dignidad del pueblo. Son líderes de pueblos resistentes y rebeldes. Por cierto, la resistencia no es pasiva, ni es resignada.
LUIS FELIPE PELLICER
ÚN.