En el asalto al Congreso de Estados Unidos no solo quedaron tendidos los escombros de las ventanas rotas. También los pedazos de una reputación nacional que ya está por el suelo.
Los efectos de este evento en un país, que con la inteligencia más potente del mundo no pudo advertir este ataque a sus instituciones, se ve en cómo sus adversarios se burlan de su cuestionada fuerza.
El jefe militar supremo de Irán hizo declaraciones este lunes sobre el magnífico operativo de seguridad desplegado en Washington D.C. en vísperas de la asunción de Biden.
El General Mayor Mohammad Baqueri ridiculizó a EE.UU., país que durante años se ha empeñado en derrocar al gobierno iraní y ahora teme ser atacado por sus propios ciudadanos desapercibidamente radicalizados.
El militar persa dijo: “Querían que la República Islámica no viera el 40 aniversario de la revolución, pero el edificio de su propio Congreso quedó asediado”.
Para más «bullying», Baqueri puso de relieve la decadencia de EE.UU. en contraste a la estabilidad de su país: «Estamos hoy en la cima, mientras los enemigos están colapsando».
Estas expresiones son la peligrosa pérdida de reputación de EE.UU. ante sus adversarios. La desdibujada imagen que dejó el asalto al Capitolio conlleva a que Washington vea deteriorada la percepción poderosa con que amedrenta históricamente al mundo.
En términos de guerra, no solo es importante ser poderoso sino también parecerlo, ya que ser temido por el enemigo es una forma de ganar la mitad de una pelea. En este momento EE.UU. se está quedando sin esa ventaja.
