La campaña presidencial de Argentina se calienta y enfrenta dos visiones antagónicas, el liberalismo de Milei que roza el fascismo; y la del Peronismo con su propuesta histórica de justicia social. Una batalla político-ideológica que sin duda impactará la correlación de fuerzas en la región.
Por otro lado, Venezuela con el Chavismo con candidato definido, se enfrenta nuevamente a una derecha atomizada, con un sector radical que espera definir su candidato en un proceso de primarias en el que todos prometen sanar una crisis provocada por ellos mismos.
En ese ínterin, ambos países sufren los embates de las malas decisiones de una derecha desesperada. Macri dejó una deuda impagable para comprometer y presionar al gobierno; mientras la derecha venezolana promueve sanciones económicas con el mismo fin; en ambos casos el dolor del pueblo es un «daño colateral».
Vamos al grano
Aunque Roberto Enríquez no representa un peligro en términos numéricos, comparte con Milei una bandera de campaña: La eliminación del Banco Central como supuesta varita mágica para solucionar todos los problemas económicos del país.
Javier Milei: Cuando hablo de quemar el Banco Central no es una metáfora, lo quiero dinamitar, pero esto es literal. Es decir, hacerlo implosionar y que queden todos los escombros.
En este punto, se cae la imagen de candidato de centro de Enríquez, inclinando la posición al liberalismo y su sálvese quien pueda; que limita o anula la rectoría del Estado en la política económica y monetaria.
Roberto Enríquez: ¿Por qué decimos que vamos a eliminar la inflación en 30 días? Porque eliminando el Banco Central o quitándole la capacidad de imprimir dinero inorgánico no habrá presión inflacionaria. Al cerrar el Banco Central estás quitándole poder al factor político para decidir cuánto vale el dinero de la gente.
Por otro lado, el debilitamiento o la anulación de la moneda nacional significaría una sesión de la soberanía que, si bien podría aplacar momentáneamente el fenómeno inflacionario, traería problemas posteriores que impedirían el crecimiento y la capacidad de responder a las necesidades sociales y productivas.
Dejar a los pueblos a merced de la volatilidad del mercado o lo que es peor, en manos de la Reserva Federal; cuyos accionistas son el secreto mejor guardado de la Casa Blanca, resulta de todo menos sensato. Aunque no causa sorpresa, al fin y al cabo, las crisis resultan propicias para que la derecha y el conservadurismo económico se muestren con su mejor traje.