Los aranceles son un instrumento de política económica que, insertos en una estrategia integral de objetivos, metas e indicadores claros, constituyen una poderosa herramienta para proteger a la industria local. Este mecanismo permite abrir una ventana de tiempo, que a su vez favorecerá el desarrollo y optimización de los procesos productivos, lo que resulta vital para una industria competitiva.
Irónicamente el pensamiento dominante suele satanizar a las economías que instrumentan medidas de esta naturaleza. Según la visión ortodoxa, los aranceles representan un obstáculo para el crecimiento económico. Sin embargo, al revisar la historia económica y política es fácil percatarse de que los países desarrollados han hecho uso de este recurso con frecuencia e intensidad.
En nuestro país, frente a los desafíos que se dibujan en el horizonte inmediato, como la superación del rentismo petrolero y la economía postpandemia, se debe realizar una rigurosa y exhaustiva revisión de la política arancelaria. Actualmente las materias primas y demás insumos requeridos para la producción nacional son pechados con una serie de gravámenes.
Ello sumado al escaso desarrollo científico-técnico del proceso productivo, se traduce en estructuras de costos abultadas cuyo resultado final son bienes que reflejan precios poco competitivos en el mercado nacional. Actualmente, las importaciones de productos terminados están exoneradas de cualquier tipo de gravamen. Situación que genera una clara desigualdad y que va en detrimento del desarrollo de la producción nacional.
En los últimos 5 años se ha puesto de moda la importación por dos vías: 1) puerta a puerta, bienes terminados que ingresan al país sin mayor complejidad incumpliendo incluso con las normas de calidad internacional. Es el caso de baterías, cauchos, aceites, celulares y motos, entre muchos otros objetos que tienen unas especificaciones que no corresponden con la realidad; y 2) ingresos clandestinos, provenientes de Colombia y otros países vecinos, que fomentan el contrabando por las trochas.
Este cuadro genera un fuerte desestimulo a la producción nacional en un contexto sumamente complejo por el bloqueo económico y financiero, impuesto unilateralmente por el gobierno imperialista de EE. UU, así como los efectos devastadores del covid-19 sobre la economía en su conjunto. Amén del agotamiento del capitalismo rentístico.
La situación demanda urgentemente cuidar, impulsar y apalancar la producción nacional. Pero ello requiere la incorporación de equipos de trabajo multidisciplinarios (Ministerio del poder popular para el Comercio Nacional, SENIAT, Ministerio del Poder Popular de Economía y Finanzas, Banco Central de Venezuela), encabezados por la Ministra de Comercio Nacional, Eneyda Laya – mujer aguerrida, patriota con fuerte convicción para defender la producción nacional–, con el único objeto de liderar la construcción de una política arancelaria acorde con el contexto actual.
Ciertamente, la política arancelaria en sí misma no es garante de generar un proceso de industrialización. Como hemos indicado inicialmente, debe estar circunscrita a una estrategia integral en la que los diferentes instrumentos de política económica persigan objetivos claros y medibles en el tiempo. No hay soluciones mágicas, ni podemos seguir poniendo esperanzas en un incremento de los precios del petróleo. Ha llegado la hora de tomarnos en serio la necesidad de industrializar las fuerzas productivas y progresivamente deslastrarnos de la cultura rentista.
Elio Córdova Zerpa