Por: Argenis Delgado
En la actualidad el mundo se acerca a cifras realmente dramáticas de infección y decesos, luego de que la pandemia del ovid-19 se saliera de control en algunos países. Gracias a que sus élites gobernantes desestimaran las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero fundamentalmente, debido al modelo político y económico que da origen a grandes desigualdades sociales y económicas para el acceso a servicios vitales como los de salud pública.
Cuando el mundo se acerca a los 3.000.000 de infectados de Covid-19, casi 1.000.000 de ellos en EEUU, el epicentro de la pandemia en la actualidad y más de 200.000 muertes a nivel mundial, sin embargo, las élites económicas gobernantes hablan de volver, apresuradamente, a la “normalidad” y “abrir las economías”. Es inevitable, entonces, preguntarse ¿Cuándo será el fin de la pandemia? y de ¿cuál normalidad estamos hablando?
A LA CALLE VIVO O MUERTO
Ciertamente ningún sistema de salud estaba preparado para esta pandemia. Pero tampoco deja de ser cierto que esta crisis ha permitido evidenciar la ineficacia de los modelos de salud y la falta de preparación ante fenómenos como los que estamos viviendo, particularmente en los países llamados “desarrollados” o del “primer mundo”.
Llama la atención, cómo el gobierno de los EEUU desestimó y sigue desestimando el impacto negativo que causa en la población el no seguir las recomendaciones sanitarias, en la misma línea algunos otros como Brasil, Perú, Chile, Ecuador o Colombia son casos dramáticos.
Muy polémicos estos dos últimos, donde se manifiesta una marcada exclusión social con un desarrollo histórico estructural. Y es que la política pública para paliar los embates de la pandemia parecen inexistentes hacia los más vulnerables.
Hemos sido testigos cómo en Ecuador, por ejemplo, en las localidades con mayor desigualdad, los familiares se ven obligados a lanzar a la calle los cadáveres de sus seres queridos, debido a que ya no es posible mantenerlos por tantos días dentro de las viviendas, ya que el Estado es incapaz de gestionar eficazmente esta situación. De igual manera en Colombia se pudo observar cómo se echaba a la calle a decenas de miles de inmigrantes, por no poder pagar los alquileres, familias enteras, muchos con niños en brazos expuestos en masa a la infección por COVID-19. Vemos cómo se alimentan las estadísticas de los trabajadores (as) que son echados de sus trabajos por la recesión económica que ya comienza a sentirse.
En EEUU se puede observar cómo la pandemia afecta negativamente, sobre todo, a las familias de los barrios más pobres. Y así sucesivamente, si revisáramos país por país, encontraríamos más o menos la misma situación. Salvo algunos países en los que se han tomado las medidas pertinentes, donde se ha privilegiado los intereses de las grandes mayorías y no las élites.
“YA NO PODEMOS VOLVER A LA NORMALIDAD, PORQUE LA ‘NORMALIDAD’ ERA EL PROBLEMA”
Durante las últimas protestas protagonizadas por el pueblo chileno contra el orden socialmente injusto y políticamente fracasado que padece esta sociedad desde el golpe de Estado de 1973, se pudo observar en diferentes carteles y pancartas cómo la narrativa que da sentido a su lucha es, precisamente, el titulo escogido para este apartado, referido a la problematización de lo que se ha vivido como “normalidad”.
Esa normalidad nos condujo a los efectos tan dramáticos que hoy podemos ver con la actual pandemia. Su origen lo podemos ubicar en las profundas y estructurales causas de un modelo socioeconómico y político fallido. Que no es compatible con la vida humana en sí y menos aún en su relación con el planeta.
Por ello nos preguntamos ¿Pudiéramos volver a una normalidad que no garantiza el derecho a la educación, la salud, la alimentación? ¿Se pude volver a una normalidad que explota al ser humano hasta la extenuación? ¿Volver a la normalidad donde el feminicidio o la pedofilia es un “delito” menor? ¿Volver a la normalidad donde los mayores productores y consumidores de drogas en el mundo acusan a los demás de promover el contrabando de estupefacientes sin la más mínima prueba, solo para invadirles y apropiarse de sus recursos? ¿Volver a la normalidad donde se gasta la mayor parte del presupuesto en la elaboración de armas de guerra que serán usadas para subyugar pueblos, en vez de vacunas o equipos sanitarios para evitar pandemias como la actual?¿Volver a la normalidad de un orden social que enajena, oprime y aliena al que más trabaja y libera al que menos lo hace pero detenta los medios de producción?
Por ello hay que preguntarse cuál es la normalidad que queremos construir, cuál es la normalidad que necesitamos los seres humanos en este momento y para el futuro.
“TRABAJADORES (AS) DEL MUNDO UNÍOS”
La respuesta a la eterna pregunta qué hacer es de carácter colectiva. Por tanto, aquí sólo se pudiera abordar parcialmente. Pero no cabe duda que será con el esfuerzo de los trabajadores y trabajadoras del mundo unidos que es posible salir de esta pandemia. Sólo la clase trabajadora unida mundialmente, podrá sacarnos de la actual crisis verdaderamente existencial.
Es indiscutible que a partir de esta pandemia surgirá un nuevo mundo, un nuevo orden internacional, nuevas relaciones de poder, una nueva geopolítica. El Covid-19 dividirá este siglo joven en un antes y un después, significando un verdadero hito en el desarrollo de la especie humana. Pero esta vez, la clase trabajadora tendrá que asumir el control de la transformación civilizatoria, es la única esperanza de redención del ser humano, dejar atrás lo que Marx llamaba la prehistoria, para construir la verdadera historia humana.
Media humanidad está confinada en sus hogares y con ello confinada está la fuerza de trabajo que necesita el sistema capitalista para echar andar el engranaje del capital. ¿Qué tal que ésta masa crítica de trabajadores y trabajadoras decida colectivamente hacer quebrar a los dueños del gran capital negándole la fuerza de trabajo? ¿O estamos dispuestos al sacrificio de reactivar las economías y echar andar la explotación, la esclavitud y la enajenación manteniendo intactas las actuales relaciones de producción?
Total lo único que tiene por perder la clase trabajadora son sus “cadenas”. Con el confinamiento se han parado abruptamente los procesos alienantes y enajenantes del ser humano, es lo más parecido a una huelga mundial en contra de los capitalistas, lo que da en este momento una ventaja excepcional para que la clase trabajadora mundial comience a tomar el control de lo que le pertenece. Esperemos que estas humildes palabras de aliento, tal cual semillas de rebelión y esperanza, caigan en tierra fértil.