Pospandemia | Por: Roberto Hernández Montoya

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Me llegó este tuit de José Jesús Gómez @musicayletra:

“La cuarentena demuestra tres cosas:

  1. La economía se derrumba tan pronto como deja de vender cosas inútiles a personas sobreendeudadas.
  2. Es posible reducir la contaminación.
  3. Las personas peor pagadas del país son las más esenciales para su funcionamiento”.

Como no conozco mejor resumen, solo intentaré algunos corolarios.

Hemos adoptado el teletrabajo por la fuerza, venciendo la resistencia al cambio. Gracias al confinamiento descubrimos que el teletrabajo no solo es posible sino imprescindible, deseable. Hay actividades que exigen presencia: apagar incendios, transporte, procrear, agricultura, pero tal vez las más se pueden por vía telemática, es decir, los intercambios de información.

Hasta Trump ya entiende que la renta básica universal es necesaria para evitar una catástrofe varia.

El capitalismo es genocida porque la vida humana no es viable si la salud es mercancía. Moriremos millones si no adoptamos los métodos venezolanos contra la pandemia. La alternativa es el genocidio en curso en América: los Estados Unidos y el Brasil. En el Ecuador atraviesan urnas en las calles porque no pueden tenerlas más en casa. Por algo decía Unamuno que somos el único animal que oficia velorios y entierros. Uno de los horrores de esta peste es morir en soledad. “¡Qué solos se quedan los muertos!”, recitaba Bécquer. Fallecer así demuestra que sí se muere dos veces. Hay países en que la gente vive su duelo sin cuerpo. Como la figura del desaparecido, que inventó para el mundo el gobierno adeco de Raúl Leoni. Aún hay quienes no han podido sepultar a su gente desde aquellas décadas. Los muertos han terminado enterrando a sus muertos. La pandemia obliga a revisar la muerte.

La cría industrial exacerba la zoonosis, la transmisión de enfermedades desde los animales. Lo vimos con las vacas locas, cuando las volvimos caníbales y las pobres perdieron la chaveta. La cría masiva e irresponsable cría virus monstruosos. Los animales hacinados y en estrés debilitan sus defensas y pueden cultivar virus insospechados. Aún no sabemos si el coronavirus se transmitió desde un murciélago o desde un pangolín.

Apenas vamos conociendo este virus, que nos mata sin saber cómo ni por qué.

ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA

@rhm1947

Publicado en ÚN.


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