El segundo debate presidencial en los EE.UU. quedó suspendido. Esta es la primera vez desde 1972 que un careo entre candidatos no se realiza, aderezando aún más una campaña signada por la desconfianza, la estridencia; y con el sello de ser considerada como la elección más decisiva en los últimos tiempos.
La antesala a la suspensión del debate la precedió la idea de hacerlo de manera virtual. La sola idea le pareció “ridícula” a Trump, quien declaró que no perdería su tiempo en un enfrentamiento vía webcam.
Si bien el formato no le pareció descabellado a Biden, éste tampoco estará disponible para el debate. Ante el empeño de Trump de hacerlo de manera presencial, el abanderado demócrata puso como condición la presentación de una prueba negativa de PCR del presidente.
El debate presidencial estaba programado para el jueves 15 de octubre en la ciudad de Miami, pero esto ya no pasará. La intransigencia de Trump por mostrar una pretendida recuperación récord del covid-19 se le parece a los organizadores una imprudencia temeraria.
Una idea saludable
La Comisión organizadora de los debates había sugerido el formato virtual como una forma de garantizar la salud y seguridad de todos los involucrados.
Con este desplante queda en suspenso la ocasión de poder reivindicarse ante los electores estadounidenses y los espectadores internacionales, quienes calificaron el primer debate como el peor de toda la historia.
En la primera presentación sobraron las descalificaciones y las interrupciones; y faltaron las propuestas elementales para que el público hiciera contraste entre las propuestas de los 2 candidatos.
Las últimas encuestas dan con amplia ventaja a Biden sobre Trump, y estos resultados revelan al mismo tiempo una estrategia más agresiva de Trump hacia Biden a quien busca arrastrar al terreno de las descalificaciones, un escenario en el que el que el inquilino de La Casa Blanca se sabe desenvolver con más soltura.