Poesía callejera | Roberto Hernández Montoya
— En esa esquina tengo una jeva (‘chica’) inquieta.
Mi maestro de lingüística Ángel Rosenblat dijo que “en Venezuela se habla una variedad muy digna del castellano”. Y hermosa, añado yo.
—Le saqué una navaja porque estaba dispuesto a picarlo.
Picar se pica una arepa. Estaba cosificando a su contrario. Reificación le dicen. Pero enseguida añadió:
—Lo solté cuando cayó, porque yo soy un tipo gallardo.
—¿Me quieres pelar la estructura? —le protestó alguien a un amigo que en broma trató de bajarle los pantalones.
—El tipo se desesperó, se subió a la azotea y se robó el home.
Un día íbamos mi prima Alison y yo en un autobús madrileño. Una señora nos abordó:
—Perdonen que os interrumpa pero qué lindo habláis, qué educación, qué cultura. En cambio aquí en España todo es ¡me cago en la leche de la Virgen!
Y otras guarradas que mi exquisita educación me impide especificar. Cierto, salvo en Andalucía y Canarias, los españoles hablan con toda clase de palabrotas y bien alto, “como quien no conoce la duda”, dijo Jorge Luis Borges, argentino, que argüía que es mentira que en España se habla mejor que en América. Porque en ningún paraje se habla mejor ni peor. Solo se habla distinto. El vasco Miguel de Unamuno decía que España era una provincia más del castellano.
El cubano Alejo Carpentier, que vivió años en Venezuela, hablaba del “agradable acento venezolano”.
Hago la apología de nuestra habla para contrariar la machaca 24/7/365 que lleva siglos pretendiendo desvalorizar a Venezuela para obtenerla barata y hasta gratis, o pagar para que se la lleven, como 1600 bolsillos ávidos e interinos que andan depredando por doquiera que pasan.
El lenguaje denota y connota, diferencia que no me convence porque no es cartesianamente clara y distinta. Llamamos denotación a lo que percibimos como el significado estadísticamente “normal”. Pero como no hay mediciones precisas queda al arbitrio de cada oyente. Lo que sí es válido es el cariz poético de cada enunciado, lo que requiere la competencia y el esfuerzo de captar el rumor de “aquello puro” que dice el poeta Luis Alberto Crespo. Lo escuchamos a toda hora por estas calles.
Para la oreja y oirás el sutil murmullo del vendedor callejero de peluches que me dijo años ha:
—Los peluches, háblame.
ROBERTO HERNÁNDEZ MONTOYA
@rhm1947
Poesía callejera | Roberto Hernández Montoya
ÚN.