Piratas del Caribe: La Nueva Temporada | Por: David Hernández

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¡El Caribe! No hay nada como sus aguas cristalinas para inspirar una buena dosis de estrategias geopolíticas. Olvídense de las playas paradisíacas, los cócteles exóticos, cruceros por las costas de las islas caribeñas y la promesa de una jubilación tranquila en una playa. Hoy, nuestro hermoso mar es el set de grabación de la superproducción más absurda del mundo: la enésima amenaza del Tío Sam contra la Venezuela rebelde y petrolera.

Por supuesto, la trama necesita un título épico. ¿Qué mejor que «Piratas del Caribe»? Pero, atención, esta no es la versión de Disney con Johnny Depp y sus efectos especiales decentes. Esta es una versión tipo Scary Movie con un guión escrito a gritos de un desquiciado con mucha plata y poder político, y un reparto que parece sacado de un reality show de supervivencia.

En el papel estelar, tenemos a la todopoderosa Armada Imperialista de la «Libertad», alias el Comando Sur de EE. UU. con sus buques, más grandes que un centro comercial, que no navegan: ¡desfilan! llenando el mar de acero, radares y marines con el ceño fruncido, todo bajo la «noble» excusa de la «Lucha Contra el Narcotráfico».

¡Qué altruismo el del imperialismo! Es conmovedor ver cómo la potencia militar más grande del planeta, con drones de última generación y cazas supersónicos, se moviliza con urgencia para interceptar unas cuantas lanchas rápidas. Uno casi puede imaginarlos diciendo: «¡Rápido, Capitán, un paquete de presunta droga se acerca a nuestra línea costera! ¡Desplieguen el destructor con misiles guiados! ¡No sea que un ciudadano americano se quede sin su dosis de heroína, cocaína o fentanilo… digo, sin su justicia!».

Su verdadero cofre del tesoro no son las drogas; es el petróleo, claro, y la obsesión de decirle al mundo cómo deben gestionar sus problemas internos de salud pública, incluso si el proceso implica montar un circo militar en aguas internacionales. Es la Diplomacia de la Guerra en su máxima expresión, solo que ahora el cañón no sólo dispara tweets y comunicados de prensa cargados de moralina.

En el bando opuesto, tenemos a los Valientes Defensores de la Revolución Bolivariana, liderados por el presidente Nicolás Maduro y los pueblos libres del Caribe. Mientras los buques gringos practican desembarcos anfibios en Puerto Rico, a pocos kilómetros de distancia, Caracas responde con sus propias maniobras: la movilización de la Milicia Nacional Bolivariana.

La Milicia, un ejército de hombres y mujeres voluntarios con una disciplina probada en terreno, se prepara para el combate con una fe inquebrantable y, con las armas de los libertadores de cinco Naciones . El simulacro nacional, que mezcla la evacuación por un sismo con la defensa contra una invasión; «¡Primero, agacharse y cubrirse por el terremoto! ¡Segundo, tomar el fusil para repeler al invasor!

La escena cumbre es la siguiente: el Destructor de la Marina estadounidense, valorado en miles de millones de dólares, se encuentra con una lancha de pescadores. El capitán americano, mirando por sus binoculares de alta tecnología, ve a un miliciano, sosteniendo un cartel hecho a mano que dice: «¡Yankee Go Home!». Es un choque de mundos, una confrontación entre la hipertecnología bélica y la «cultura caribe», todo bañado por el sol tropical.

La tragedia se vuelve una farsa. El Caribe, escenario de viejas batallas y leyendas de corsarios, es ahora el patio de recreo del ego imperialista inflado por la «superioridad racial»: el del hegemón que no acepta un «no» por respuesta. Al final, los únicos perdedores son el ecosistema marino (pobre fauna, soportando tanto sonar) y los ciudadanos de todo el Caribe, que observamos el baile de barcos de guerra como si fuera una rutina de entretenimiento obligatoria en un crucero fallido.

La nueva temporada de Piratas del Caribe sigue emitiéndose. Esperemos que el rating baje pronto, antes de que alguien confunda el rodaje con el estreno termine en un verdadero desastre. Pero, sinceramente, ¿quién necesita lógica cuando se tiene tanto drama? ¡El show debe continuar!, que la cocaína, heroína y fentanilo sigan entrando libremente por el Pacífico, Atlántico y por el sur de la frontera gringa, que la sociedad adicta estadounidense necesita su dosis.

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