por: Juan Pablo Sáenz
“Los Pemones para decir amigo dicen: mi otro corazón”
Pensarnos antes de la colonia, nuestro mayor desafío. Encontrarnos en los valores indígenas en pleno siglo XXI y decir somos TIERRA, argumentar la política desde otras perspectivas, para que nuestros consensos respondan y protejan nuestra bío-diversidad. Que se complazca la tierra, nuestra Madre, en ser buenos hijos, administrando sus recursos en equidad, plantear buscarnos en ella desde el maíz y vernos afrontar problemas desde las palabras.
Negar una historia, en muchas ocasiones oculta, ha sido nuestro mayor error, haciéndonos perder una identidad venida antes de la conquista, para seguir pensando que existimos luego de los españoles, es aún una piedra que está latente y que en tiempos de revolución es un tema que debe ponerse en primera orden, porque esta franja de América, mestiza sin duda, más allá de tener ese vinculo histórico de ser colonia, también llevamos en nuestros genes, una correlación cultural de pueblos ancestrales.
En muchas ocasiones la modernidad ha querido menos preciar nuestras culturas originarias, diciendo que es bárbaro, salvaje, incivilizado, inferior, sin embargo el hecho real y actual demuestra lo contrario. Cuando leemos su literatura se muestra en esencia sistemas económicos, políticos, sociales complejos y eficientes, con un dominio de las técnicas del cultivo impresionante, así mismo, de objetos de cerámica y elaboración de mosaicos como expresión artística, sin obviar una construcción del lenguaje inteligente.
Una cosmovisión de inter-relación con la naturaleza sumamente sensible, de respeto, cuyos valores y conocimientos eran impartidos en la cultura Azteca por ejemplo: en casas de jóvenes, es decir, como especie de escuelas que en idioma náhualt se dice telpuchcalli, indicándonos la sistematización de un conjunto de saberes en función de un interés colectivo desde lo histórico y la conservación.
Así que no basta con que la revolución los premie con unos cuantos curules en el poder legislativo como acto de consolación, sino, en profundizar seriamente lo que ha sido su legado histórico en la acción desde una nueva filosofía, que vaya sin prisa pero sin pausa, trabajando en la recomposición social de nuestra dinámicas y diatribas políticas, formulando así el cambio histórico que nos exige el planeta, porque de ser lo contrario estaremos a merced de la extinción humana.
Juan Pablo Sáenz