El primero de febrero de 1817, nació el héroe de la Federación venezolana Ezequiel Zamora.
A Zamora lo parió una mujer entre la brisa caliente de los Valles del Tuy, lo parieron con la insistencia de una mujer que sabe que entre sus piernas se está abriendo paso una historia que gestada desde el amor debe ser contada.
El nombre de esta mujer es sonoro como su voz enseñando las primeras letras a las niñas y a los niños en la población de Cúa, la llamaban “maestra”, la maestra Josefina Paula Correa Rodríguez y es la madre de nuestro General del Pueblo Soberano.
De su vida hemos leído apenas el rastro que dejaron los biógrafos de Zamora, se sabe que parió además de a Ezequiel a otros cinco, 3 hijas: Carlota, Genoveva, Raquel y dos hijos: Antonio José y Gabriel y que con ellos bregó un buen rato a solas, pues quedó viuda al parecer durante la gesta patriótica de la independencia.
Paula Correa, como se le conoce en la historia, no fue solo la responsable de dar vida y traer luz al corazón de Ezequiel Zamora, pues además es la responsable de la conmutación de la condena de muerte del general que pocos días antes de su traslado se fugaría para gestar la heroica Guerra Federal. Como ella, son muchas las mujeres que jugaron un rol extraordinario en nuestra historia y que por alguna razón no hemos podido contarla.
No cabe duda de que la Revolución Bolivariana desde sus inicios se ha dado la tarea de poner en el tapete la historia antiimperialista de nuestros y nuestras patriotas, e incluso más allá de ello ha posado en nuestra lengua, en nuestra piel la comprensión de todo lo que hoy hace de nuestra Patria – Matria una alborada que nombra con el alma abierta la palabra: “libertad”.
Sin embargo, todavía nos quedan caminos por abrir, especialmente en la investigación profunda del rol antihegemónico de las mujeres en la historia venezolana ¿Cómo fueron nuestros procesos? ¿De qué manera cultivamos nuestro espacio en la primera línea de batalla por la independencia? ¿Qué nombres teníamos, Ana, Dolores, Paula, Juana…? ¿Quiénes decidieron que no hacía falta nombrarnos?
Es un desafío, uno que motiva y emociona, pero que trae consigo un sinnúmero de preguntas relativas a ¿por qué insistir en escribir desde lo femenino? Y especialmente, ¿por qué escribir la historia en femenino? Es una duda continuada que parece involucrarnos de forma insistente, especialmente cuando estamos como militantes buscando resignificar de forma continuada la identidad patriota, una que está compuesta de símbolos y personalidades femeninas y masculinas por igual.
De manera que asumo la necesidad de empezar a escribir la historia de nuestras mujeres como una tarea para comprender el rumbo que nos trajo hasta aquí.
CAROLYS HELENA PÉREZ.