Patadas de ahogado | Por: Jorge Alejandro Suárez Rangel

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El holocausto fueron patadas de ahogado por parte del régimen nazi, un acto desesperado a la vez que absurdo por conseguir un objetivo que se creía propio, un objetivo que en la ilusión colectiva no podía más que alcanzarse y sin embargo se desvanecía frente a sus ojos; patadas de ahogado, reflejo de un instinto inútil por salir a flote cuando los pulmones inundados ya no tienen remedio, patadas de un cuerpo cuya vida ha colapsado pero todavía tiene fuerza suficiente para provocar un daño terrible, el holocausto, ese genocidio sin sentido esa masacre absurda ese exterminio porque sí, solamente puede explicarse en la caída colosal de una potencia militar encarrilada a dominar el mundo y que en su descarrilamiento provocó uno de los más grandes horrores de la historia de Europa.

Muy pocas desgracias pueden compararse a la del holocausto y una de esas pocas es paradójicamente el etnocidio actual que se comete en Gaza por parte del ejército israelí, un acto brutal una estupidez sin sentido ni pragmático ni militar ni mucho menos ético y moral, solamente un descarrilamiento comparable al del régimen nazi podría explicarlo.

Precisamente es el socio hegemónico del Estado de Israel quien ha entrado en una carrera desesperada por mantener su dominio global frente al ascenso de China, luego de la derrota por parte de Rusia en Ucrania,

Estados Unidos representa su decadencia en tono tragicómico con una pugna electoral entre un anciano militarista desaforado en plena crisis degenerativa y un payaso acomplejado supremacista cuya incontinencia verbal desafía los controles totalitarios de la manipulación postmodernista.

No es extraño que la caída de este Goliat sea representada por otro actor en otro escenario, lo que ha sido siempre el as bajo la manga de este gran tahúr, delegar el peso de la batalla en los hombros de los aliados europeos, delegar el costo en vidas y en infraestructura que significó la Segunda Guerra Mundial en los países que luego vendría a “rescatar” el superhéroe norteamericano, delegar la batalla definitiva, la crucial, en el ejército soviético y luego pasar a recoger el título de ganador y el lugar del hegemón arrebatándolo a los exhaustos países que pagaron la caída del régimen nazi con vidas humanas.

De ahí aprendió el tío Sam eso de las guerras proxis que tan buenos dividendos le dejaron, pero el modelo se agotó antes de que los yankis lograsen alcanzar el maniático control absoluto del planeta.

Ante los múltiples desafíos los Estados Unidos fueron puestos a prueba, y fracasaron; no supieron jugar al capitalismo y se fueron inclinando cada vez más por el imperialismo, abandonaron los hilos del titiritero anónimo y se lanzaron al protagonismo de la pelea vulgar, administraron el odio en lugar de centrarse en el cálculo maquiavélico ignorando que el control militar imperialista y la hegemonía capitalista se juegan en distintos tableros bajo lógicas muy alejadas; abandonaron sin darse cuenta su ventaja cediendo su lugar de hegemón a otro jugador más hábil para el manejo de los números y los flujos de la riqueza a través de su ruta de la seda que respaldaba de forma sutil la existencia de la cadena de suministro redirigiendo los flujos de ganancias y pérdidas; China que disfrazada de maquiladora le fue arrebatando sutilmente los controles de la máquina del dinero a un inexperto nuevo rico incapaz de entender la lógica de su imprudencia, hubo incluso un momento de luz durante la pandemia con la caída de la cadena de suministro, hubo incluso una última oportunidad antes de la guerra de Ucrania en que podían haberse tomado decisiones para cambiar el rumbo del militarismo, las otras decisiones que nunca conoceremos porque se tomaron estas.

Un títere de madera secuestrado tras la Segunda Guerra Mundial gobernó al mundo tras la pantalla de la libertad y la democracia, muchos títeres fueron enviados a imponer las decisiones del imperio ya fuese con piel de oveja o con cínicos golpes de Estado siempre orquestados de modo que la sangre derramada fuera la de otros, que los costos fueran para otros.

Hoy el titiritero norteamericano ha perdido su poder, pero no caerá porque el hegemón así lo ha decidido, su economía continuará alimentando la economía china durante mucho tiempo, su condena es seguir existiendo, su caída es representada ahora por uno de sus títeres proxis, su muñeco favorito representa ahora el pataleo del ahogado, pero no en América sino en Oriente Próximo, donde el mundo entero clama por el alto al fuego y el tío Sam responde no; su voz sale de la boca del títere, repite un neurótico NO creyendo que con esta batalla ganará algo de la guerra que está perdiendo en todo el mundo; el imperio lanza patadas de ahogado que acaban con miles de vidas palestinas, donde el sufrimiento de los niños muertos bajo el bombardeo o sobreviviendo mutilados con la piel calcinada huérfanos de padres y de hermanos es tan terrible que puede relativizar cualquiera de los holocaustos de la historia de la humanidad.

Un proxi que paradójicamente provoca con su representación una desgracia como aquellas de las que fue víctima en otros campos y en otras cárceles donde otros hombres otras mujeres y otros niños fueron masacrados con la misma crueldad, sin ningún sentido.

 

JORGE ALEJANDRO SUÁREZ RANGEL

rebelion.org


 

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