O hablamos o nos matamos…

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Las últimas dos décadas en Venezuela han sido testigos de sucesos políticos de gran trascendencia, siendo el hecho principal, el cambio de las relaciones de poder, el cual históricamente estuvo en manos de los sectores elitistas, pero que con la llegada de Hugo Chávez viró a un enfoque popular y posteriormente socialista y revolucionario, dando un vuelco absoluto a la correlación de fuerzas en el país.

Este hecho político-histórico, derivó principalmente en lo que se ha denominado la “Polarización política”, un acontecimiento relativamente nuevo en Venezuela, dado que el poder siempre estuvo en manos de unos pocos, situación que se agudiza con la propuesta de Hugo Chávez de la redistribución de la renta nacional, con especial atención al pueblo más humilde, política que le costó un golpe de Estado en abril de 2002, un paro petrolero en diciembre del mismo año, intentos de magnicidio, Guarimba y demás situaciones violentas que hicieron mella en la población venezolana, donde la violencia y la desestabilización han sido los protagonistas.


Hugo Chávez fue siempre un defensor a ultranza de la Reconciliación Nacional, desde el primer día de su mandato en 1998, cuando lanzó la Constituyente como un proceso de diálogo y reconciliación nacional entre los sectores políticos, económicos, sociales y militares, creando un precedente reflejado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, un contrato social sin precedentes en nuestro país.


Posteriormente la historia nos dio como resultado que los sectores de derecha más extremistas, han utilizado los procesos de reconciliación nacional para desviar la atención de su objetivo principal: hacerse del poder a como dé lugar. Uno de los ejemplos más importantes en el gobierno de Hugo Chávez fue la mesa de dialogo propuesta con participación de la OEA, partidos opositores y partidos del polo patriótico, ¿Cuál fue la respuesta opositora? Arreciar la desestabilización y la conspiración con resultados catastróficos.

Recientemente el presidente Nicolás Maduro, ha encabezado los esfuerzos para crear las condiciones mínimas para la reconciliación, creando mesas de dialogo, grupos de trabajo, espacios de encuentro nacional e internacionalmente, sin embargo los sectores opositores extremistas han violentado todos los acuerdos firmados, que desembocaron en la mayor mentira de nuestra historia: la instauración de un gobierno paralelo reconocido por potencias extranjeras y por un puñado de personas en Venezuela, cuyo peor rostro se muestra en las sanciones económicas contra el pueblo venezolano.


Otro acontecimiento relevante en este proceso, ha sido la división interna entre las oposiciones, que tuvo como resultado la instalación de dos Asambleas Nacionales, una encabezada por el Diputado Juan Guaidó (con minoría) y la otra por el Diputado Luis Parra (con mayoría), división que genera una re-polarización, donde contrario a los planes desestabilizadores internos y externos, las derechas venezolanas se fragmentan y los partidos de izquierda se unifican.

Por otro lado, el presidente de la Asamblea Nacional en desacato, Luis Parra, dijo recientemente, que llama a un proceso de reconciliación nacional que atienda las necesidades del pueblo pero exige que se exponga en la mesa las exigencias opositoras, repitiendo los errores de intentos anteriores, anulando de entrada las necesidades y sentires de la otra parte.

Ante ello, es valido recordar que un proceso de reconciliación “No debe pregonarse la reconciliación como algo que apunta a la coexistencia feliz y armoniosa de los antiguos enemigos” y “traza una distinción clara: La reconciliación política no depende del tipo de intimidad exigida por las religiones y por algunas formas de reconciliación individual. Más bien, el arte de gobernar y la política requieren de la coexistencia pacífica… El perdón puede venir después, una vez que se haya creado y construido confianza. Una cosa es lograr alguna medida de coherencia narrativa de cara a la atrocidad, pero otra muy distinta es llegar a querer al propio torturador” Villa-Vicencio (2004)

 

En este sentido, es propicio recordar los actos atroces cometido por la derecha venezolana, que más que un olvido pasajero o un perdón momentáneo, requieren justicia y para que ésta llegue, se requiere ejercer el Estado de derecho. Por otro lado, es necesario atender el proceso de reconciliación de manera realista y no de manera idelaista, es decir que  No es necesario que a uno le caigan bien los miembros de otros grupos para desarrollar un fuerte sentido de identidad nacional, la afirmación de lazos basados en la ciudadanía común y/o el compromiso con la legitimidad de las instituciones políticas Chapman (2002).


El llamado es a: “NO CAERSE BIEN”, ni mucho a gritar victoria sobre los restos del oponente. Es a: colocar los intereses particulares y/o partidistas a un lado para colocar los de la patria por delante. El rescate económico, el fin de las sanciones, la aplicación de la justicia, la lucha contra la corrupción y la ineficiencia, la condena de la violencia y el reconocimiento del otro, como paso para la superación del odio inoculado que tanto dolor ha causado a los venezolanos.


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